Málaga puso rumbo a la conquista del 2016 sin que los malagueños supieran muy bien en qué consiste ese empeño a tantos años vista; y sin conocer qué es lo que se va a celebrar, qué es lo que se conseguirá, si es que se consigue; qué premio se ganará y qué beneficio se obtendría con la tan traída, llevada y manoseada promesa de la Capitalidad Europea de la Cultura. En un escrito de hace meses me atreví a decir que la mayoría de los ciudadanos ignoran qué ciudad ostenta en 2010 ese título, o cuáles otras lo consiguieron el pasado año o el próximo. Y qué significó para ellas; si les supuso un salto al club de ciudades más conocidas o si tanto esfuerzo les valió sólo para que siguieran siendo lo que eran, pero con más infraestructuras culturales.

Aquí les aporto una dirección de Wikipedia en la que aparece una relación muy detallada de las Capitales Europeas de la Cultura desde el año 2000. Ahí pueden informarse los lectores sobre este acontecimiento anual y cuáles han sido y van a ser las ciudades elegidas hasta 2015. La dirección es: http: //

es.wikipedia.org/wiki/Capital_Europea_de_la_Cultura

El acontecimiento del 2016 no es como una Exposición Universal ni como una Olimpíada ni como unos Campeonatos del Mundo, que llevan implícitas grandes campañas de promoción turística internacional y enormes preparativos que duran años. Aquí no hay mayor repercusión ni mayor ganancia que la que obtiene la ciudad ganadora que, de pronto, de la nada, se ve aupada a un selecto club de urbes bien equipadas culturalmente. Es sólo un título honorífico y bastante efímero por el que batallan a muerte los ayuntamientos que nunca consiguen nada importante; por el que se destrozan los partidos, no unos contra otros sino entre ellos mismos, y por el que los ciudadanos más tremendistas remueven las afrentas contra sus ciudades rivales, convirtiendo las aspiraciones por un logro en una cacería de culpables. Nadie piensa que se está guerreando por un galardón volátil que será flor de un día y que no será conocido más allá de la calle Larios, en el caso, más que improbable, de que Málaga le gane a Córdoba o a tantas ciudades en la carrera por la nominación. De conseguirse, la capitalidad no es más que un premio a la constancia, al esfuerzo, a la lucha y al empeño competitivo y localista que embriagó a partidos, corporaciones, organismos y ciudadanos. En el otro lado de la decisión final estarán, sin embargo, las ciudades que queden fuera. Unas lo aceptarán mejor que otras, pero en todos los casos habrá agravios comparativos y acusaciones políticas, si no cambian las actitudes de quienes lideran y direccionan las candidaturas.

Digo todo esto porque me parece que se ha tomado el camino incorrecto, por no decir estúpido, y un criterio erróneo. Da la impresión de que en esta carrera de obstáculos le va la vida a Málaga y de que nos jugamos el futuro si perdemos la apuesta. Parece que si Málaga es declarada Capital Europa de la Cultura –con alguna otra ciudad, claro- se habrá alcanzado nada menos que la gloria. Y no es eso. No hay tal gloria. Pasará desapercibido el hecho, desde el plano promocional, como viene ocurriendo con todas las demás proclamadas. Por el contrario, si el proyecto se va a la cuneta, arderá Troya porque se buscarán culpables del gran fracaso, se enfrentarán las capitales unas con otras, los partidos, las autoridades. Y tampoco es eso. Porque no supondrá nada en absoluto quedar fuera de opciones.

Habría que entender, pero no nos dejan que lo entendamos, que 2016 sólo es, y sólo debiera ser, un mero pretexto para mejorar el nivel cultural de Málaga, tan escaso y tan empobrecido desde hace siglos. Por eso, debe administrarse con suma delicadeza el ardor guerrero de los postulantes, no sea cosa que si nos caemos de la lista entremos otra vez en la neura de perdedores y de víctimas. Empleemos mejor las energías en generar buenas ideas y proyectos.

Hay crisis, sí, pero reconozcamos que Málaga se ha robustecido económicamente. Ya no es la capital de nada que era hasta hace poco. Hoy es una ciudad pujante, moderna, plena de infraestructuras y tecnologías, a la que solo le sigue faltando la esencia de las artes y el pensamiento, que es la cultura, Del reto del 2016 lo único importante debiera ser el trayecto, no ganar o perder con Córdoba. Lo deseable sería ingresar de una vez en la categoría de ciudades con clase. Con cultura. Y si es posible, antes del 2016. Lo demás es pura demagogia.

* www.rafaeldeloma.com