Preparados sí que están...

Es injusta la crítica que hemos ido extendiendo sobre nuestros políticos y la continua descalificación sobre sus escasas aptitudes, incapacidades y falta de preparación, etc., hasta el grado de colocarlos en la última encuesta del CIS como nuestra tercera mayor preocupación, tras el paro y la crisis económica. Y no hay ejemplo más significativo del injusto error que cometemos con tan sesgadas opiniones que el caso del actual presidente del Congreso de Diputados (y Diputadas), José Bono, que en relativamente poco tiempo ha pasado de disponer de un modestito patrimonio a convertirse en un envidiable hacendado.

Y a ver: si un tipo como Bono, que durante los largos años en que su dedicación a la actividad política era tan absorbente que incluso llegó a dimitir como ministro de Defensa alegando que no disponía de tiempo para dedicárselo a su familia, ha sido capaz de capaz de generar tal cúmulo de bienes que hasta su hija de 10 años goza ya de la titularidad de una joyería, ¿qué patrimonio hubiese acumulado Bono de haber empleado todo su tiempo en negocios más lucrativos que el de trabajar desinteresadamente por nuestro bien común? ¿Es esto un ejemplo de mal gestor? Y lo mismo cabe apuntar del senador Luis Bárcenas, aunque sobre éste existan más que dudas acerca de la legitimidad de su riqueza, generada también durante su larga actividad política, pero que justifica con un escueto: “Mi incremento patrimonial se debe a mi cartera de valores” (¡y todavía habrá quien diga que nuestros políticos carecen de valores!). Ante el lucrativo ejemplo de ambos ¿cabe mantener la opinión de que nuestros soberanos representantes carecen de preparación y competencia, o sean unos malos gestores?

Miguel Ángel Loma Pérez

Málaga

Y Evo montó el pollo

Evo sabe de aves (o sea, de pollos).

Lo diga o no Evo Morales, tenemos que estar en armonía con la Naturaleza, pues nos la estamos cargando.

Ahora, en la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra celebrada en su país, queriendo hacerse pasar por un investigador nato de la raza humana y sus problemas, se ha lanzado contra el pollo, las patatas holandesas, las fiambreras de plástico y la Coca-cola.

Según su información, nuestros varones son calvos por culpa de las porquerías que comen. El alimento más perjudicial para el hombre es el pollo. Bueno, el pollo propiamente dicho no, pero sí las hormonas femeninas que les meten a las aves (siempre lo femenino causando problemas). Y además los transmuta en homosexuales. De ahí deducimos que los peludos, los indígenas, sólo comen ternera, pollos criollos y tienen una alimentación de ensueño (no se entiende como tenemos tantos inmigrantes en Europa si todo está tan rico en sus países, y que conste que no tengo nada en contra de ellos sino todo lo contrario).

Las dos características, alopecia y desviación sexual, van unidas entre sí al conjugarse en seres tan débiles, frágiles y dispares como son el varón y el pollo.

Por las conclusiones que dejó Evo en su conferencia pensamos, sin temor a equivocarnos lo siguiente: Si vamos paseando por la calle y nos cruzamos con un calvo, lo menos que podemos pensar, y con todo el derecho del mundo, es “este es homosexual de arriba abajo y acaba de meterse, entre pecho y espalda, un pollo de dos kilos y medio con doble guarnición de patatas holandesas que tenía guardados en el tupperware que lleva en la mochila”. Y continuamos nuestro camino con la cabeza en alto, sin ningún remordimiento de conciencia. ¡Ala!, el que quiera honra que eche valor y mate al pollo.

Está claro que a las mujeres la cosa no nos afecta tan negativamente como a ellos ya que, por tratarse de hormonas tan femeninas como nuestro ser intrínseco, no se nos cambian ni las maneras, ni se nos cae el pelo, ¡a Dios gracias!

Pero, por favor, que alguien entendido, a ser posible asesor de Evo, me diga si a las gallinas, por ser hembras, también les ponen algo. Algo así como hormonas masculinas. A ver si ese caldito del sábado va a resultar que...

¡Qué tío! ¡Lo que no sepa Evo...!

Isabel Pavón Vergara

Málaga

Optimismo

Palabra un poco desprestigiada por su indebido uso. Quizá le pasa como a la palabra y al concepto de amor. Ser optimista no consiste en verlo todo bien; aunque si es cierto que todo es para bien pero nuestra limitada visión nos lo impide ver. Tratar de buscar en los demás las cualidades que a nosotros nos faltan y alegrarnos por ello, es una forma positiva de ver la vida.

Vamos con un fardo pesadísimo cargado a nuestro YO y eso nos impide ver otras realidades.

Traspasar el umbral del yo para ir al tu y conseguir el nosotros, es el camino para ser feliz. A todos nos gustaría serlo.

Ana M. Baldán

Torre del Mar