La continuación del drama griego (cuyo rescate, cada vez, es más oneroso: el "préstamo" ha pasado a costar 135.000 millones de euros, frente a los 45.000 iniciales) siembra serias dudas sobre la viabilidad del euro. Según uno de los gurús de la crisis, Nouriel Roubini, "en un futuro próximo, puede que no haya ninguna eurozona sobre la que discutir". ¿Exagerado?

Roubini es partícipe de la opinión dominante en los mercados: Grecia es prácticamente insolvente y sólo un milagro puede salvarla del impago. De ahí las dudas del principal pagano, Alemania, a la hora de ayudar a los incumplidores. Porque el problema no es sólo Grecia, sino que se extiende a Portugal… y a España, por mucho que digan que " nos estamos recuperando" (Zapatero) y que la "degradación de nuestra deuda es un problema puntual" (Salgado).

Más allá de los intereses de la señora Merkel (no quiere activar la ayuda hasta el 9 de mayo, fecha de las elecciones en uno de los land más ricos de Alemania), la mayoritaria oposición germana a apoyar a Grecia (más de un 80%) no es sólo síntoma del creciente egoísmo en la eurozona, sino que a Merkel le dicen algo más importante: tampoco estamos bien, no vendemos nada al exterior (porque nadie consume) y puede que la parte a destinar a los griegos la necesitemos para paliar nuestros problemas. A partir del 10, quizá haya ayuda pero, ¿hasta cuándo calmará a los mercados?

PD. Con la desvergüenza que nos caracteriza, gobierno, analistas y opinión pública españoles son favorables a rescatar a Grecia, en nombre de la solidaridad europea (justo al revés que en Alemania y en ¡Grecia!: su orgullo les hace rechazar la ayuda). Y es que queremos seguir viviendo a lo grande…, con el dinero ajeno. Pero, si llega el momento, quizá no podrán ayudarnos. Aunque quieran.