Porque no valen nada o porque valen mucho siempre hay quien no se molesta en devolver libros prestados. Durante un tiempo, un indicador de cultura de un país era su número de bibliotecas, dotación, visitas y préstamos de éstas. Antes que ponderar la calidad de un libro por sus ventas siempre se podría haber calculado la consideración a la escritura literaria por el dinero que se estafaba a los autores. Aún hoy se aprecia mucho al escritor que muere sin conocer el éxito obtiene rendimientos el título a título póstumo.

La larga obra de Emilio Salgari fue muy leída, traducida, reeditada y trasvasada a otros medios sin apenas reivindicación. El autor de ´Sandokan´ y del ´Corsario Negro´ casado y cargado de hijos, escribió como un penado y fue premiado con el éxito pero, en un exotismo como de su obra, se hizo el ´seppuku´ en Turín en 1911. El suicidio era una solución familiar a los problemas entre los Salgari. El escritor veronés dejó tres cartas. Decía la dirigida "a mis editores"; "A vosotros que os habéis enriquecido con mi piel, manteniéndome a mí y a mi familia en una continua semimiseria o aún peor, sólo os pido que en compensación por las ganancias que os he proporcionado, os ocupéis de los gastos de mis funerales. Os saludo rompiendo la pluma. Emilio Salgari".

Editores españoles cuyos apellidos son marca en los conglomerados actuales usaron la autarquía para no pagar a los autores extranjeros que alimentaron los entretenimientos hambrientos de los lectores. La mayoría de los autores de mitos de la cultura popular española murió en la miseria si a su pobreza adosó algún vicio, siquiera barato como el vino, y en la modestia si su vida fue virtuosa.

La digitalización del libro democratizará lo que tantos años hicieron los editores y también los lectores partidarios de no pagar por el entretenimiento podrán mantener este motor de la creación.