No es habitual encontrar noticias positivas en el ámbito de la economía malagueña, sobre todo en los últimos meses, cuando la crisis de algunos hoteles emblemáticos de la Costa o las desalentadoras cifras del paro en la provincia, que sitúan a uno de cada tres malagueños en edad de trabajar en las listas del desempleo, nos han dejado con el ánimo alicaído y pendientes de un sector turístico que a la vuelta de la esquina se examina. De momento, la noticia feliz llega de la mano de Isofotón, al trascender que se está negociando su venta a un consorcio hispano-asiático, en un proyecto industrial que prevé el mantenimiento de la actual plantilla o incluso su ampliación. Los 700 trabajadores de la firma malagueña respiran hoy un poco más tranquilos después de meses de rumores y expedientes de regulación de empleo.

Y es precisamente el hecho de que sea un proyecto industrial lo que le da valor real. Isofotón es un estupendo fabricante de placas fotovoltaicas pero ha fallado en la comercialización, en la búsqueda de mercados, y las empresas compradoras (el grupo español Affirma y la coreana Top Tech) tienen una gran cartera de clientes en el mercado asiático, que es lo que hacía falta. Se puede producir una buena sinergia.

Ha sido la Junta quien ha propiciado la negociación, un mérito indudable con lo que expía algo de su culpa por no extremar el control de la gestión sobre la sustanciosa subvención de treinta millones de euros que otorgó a la empresa en su día. Es cierto que las energías renovables han necesitado de este tipo de ayudas por la falta de confianza del mercado, pero la administración debe obligarse a reforzar la vigilancia, el seguimiento y análisis de la rentabilidad del dinero que concede a las empresas.