Al menos Patricia y David ya tienen cara. También la tiene Rafael, quien ha conseguido que le reconstruyan en el hospital Virgen del Rocío sevillano el rostro convertido en un puro tumor, y ya puede ver, y ya tiene al menos la boca en su sitio y, mediante el amor de los suyos que no han dejado de tocarle y abrazarle y el de los médicos y enfermeros que le tratan, ya puede incluso mirarse al espejo y reconocerse como persona. Fea, quizá, pero reconocible a pesar de tanta inflamación aún y de tanta cirugía en otro tiempo impensable. Una persona, a tenor de lo visto en la rueda de prensa que le presentó al mundo, muy querida por los suyos.

Nadies

El amor de los suyos es algo que no cotiza en bolsa, un valor que no manejan los llamados terroristas financieros, esos a los que se refieren últimamente nuestros gobernantes y sobre los que nos cuentan que son capaces de tumbar un país entero, o dos o tres. Nos lo cuentan igual que nos venden que un error de un broker dio al traste anteayer con los índices de Wall Street, que llegaron a bajar como no lo hacían en 20 años. Pero a quienes me refería al inicio, David y Patricia, también tienen al fin rostro. Quiero decir que ya existen para la opinión pública. Son rostros pequeños, y su foto está lejos de los grandes titulares económicos de estos días -ayer estaban en la página 20 del periódico-, rostros chiquitos ante los de los candidatos británicos y sus primeras damas en sus primeras páginas. Poca cosa ante los rostros del fracasado pacto político.

OF

Las caras de David y Patricia son las de una pareja joven, casi anónima, que representan en su humildad parte del drama social que esconde la realidad de esta tierra, que no es la de las estadísticas, sino las de los abrazos de familiares y amigos que sostienen económicamente a quienes se descuelgan del que fue un tiempo de vacas gordas pero infladas. A quienes están en paro. A quienes no cotizan lo suficiente para tener una pensión digna algún día. A esta pareja desahuciada de su vivienda por impago de la hipoteca cuyos miembros no tenían tumores en la cara, por suerte, simplemente tenían el rostro diluido, porque es verdad que tampoco somos nadie para los bancos acreedores cuando pasamos a engrosar los índices de morosidad no por no querer sino por no poder pagar. David y Patricia llevaban cinco años en su casa, en el barrio de la Viña de Vélez y allí criaban a sus dos hijos. En la foto están sentados en el que era su salón, junto a maletas y objetos embalados, y al fondo se ve un carrito de bebé. Miran a la cámara como si estuvieran en un casting de uno de esos programas reality, uno que alguien llamaría Operación Fracaso con un presentador que, rodeado de figurantes coreando Oeeee Heyyyy, gritara: “Tienen que abandonar la casa”.

Depredación

Es real: dentro de una sucursal de una entidad financiera en Málaga. Una pareja, otra que aún no tiene cara como tantas y tantas, que no entiende ni el catastrofismo interesado de la oposición ni las alegrías desmedidas del Gobierno a la hora de adelantar datos positivos coyunturales del paro en abril, o del crecimiento del 0,1% del PIB como si fuera el fin de todas las recesiones. La pareja le cuenta al director que ya no pueden más, y que vienen a proponer la dación del piso a la entidad por el que pidieron un préstamo del ochenta por ciento del valor tasado hace pocos años. Tras escuchar lo que el nuevo tasador les dice y la propuesta del representante de la entidad la pareja deja escapar una carcajada. Tras haber pagado la hipoteca durante varios años y entregando el piso semi nuevo a la entidad, ahora les dicen que aún les quedaría que pagar con la nueva tasación -que vuelve a beneficiar al banco-. Esto es, a la calle y con una deuda de 40.000 euros a pagar mensualmente. “Pues entonces hagan ustedes lo que quieran. Nos quedamos en la casa hasta que vengan a desahuciarnos…”.

Al suelo

Las cosas no pueden tener que ser así. Por qué no se limita, por ejemplo, que si los bancos y cajas compran el dinero más barato que nunca, lo vendan tan caro. Por qué si se quejan del índice de morosidad no facilitan más a sus hipotecados el pago de la mensualidad, ahora que el euríbor puede significar un respiro que en hipotecas medias podría suponer entre 150 y 300 euros menos al mes. Por qué mantienen entonces el suelo hipotecario a quienes más les cuesta pagarlo en el dos y pico o el 3%, casi dos puntos por encima del índice actual del euríbor, cuando no tuvieron el más mínimo pudor en aceptar como clientes de riesgo a estas familias para aumentar la ratio de sus operaciones financieras, o para embolsarse la comisión oportuna el gestor de turno y el responsable de la sucursal y el director regional, cuando la cosa iba viento en popa...

Ajuste

No es tan difícil entender por qué ese pensionista griego se quejaba al periodista en el telediario de que no entendía que si los bancos habían especulado tanto, que si el beneficio se había destinado a engordar las cuentas de los culpables en los paraísos fiscales y no a la inversión, que si el anterior Gobierno había maquillado las cuentas públicas para ganar las elecciones, etc. por qué tenía él que cobrar ahora otros cien euros menos, si ya ganaba sólo 700, para paliar tantos desmanes (y también es probable que de esa pensión saque para ayudar a un hijo en paro). No es tan difícil entenderle, no… Porque hoy es sábado.