Alegrarse de las tragedias del prójimo es una querencia muy española radicada en la envidia como práctica nacional; congratularse de las desgracias propias y colectivas para sacar ventaja personal, un signo total de estulticia y de miseria intelectual. María Dolores de Cospedal se está convirtiendo en la exaltadora del suicidio colectivo: si uno le escucha la complacencia con la que ejerce el catastrofismo, haciendo abstracción de cualquier otra consideración, no se termina de creer; con un desparpajo más propio de Esperanza Aguirre, lo mismo se carga el pacto por la educación con una frase que pone en solfa las cifras de modesto crecimiento del PIB. Cualquier realidad que le destroce el discurso que nos conduce al abismo le produce contrariedad, y, por el contrario, las malas noticias sobre la economía nacional le llenan el rostro de felicidad.

Varias consideraciones. En un país normal, firmemente democratizado, la posición de Cospedal no le produciría rédito electoral sino todo lo contrario. Aunque sólo sea por el sentido común que conduciría a pensar que quien sólo se fía de las debilidades del contrario no valora su capacidad de tener méritos propios. Y además, porque pretender heredar una situación como la que describe Cospedal indicaría una cierta tendencia al suicidio político.

Pero que la posición del PP pueda llegar a tener réditos sucede sólo por dos circunstancias: la total ausencia de crédito del presidente de Gobierno que diga lo que diga promueve estupefacción. Y, en segundo lugar, la falta de coraje y decisión del Gobierno para anunciar de una vez y llevar a cabo medidas que son imprescindibles y que no admiten dilación.

Los oráculos señalan tiempos todavía más tormentosos porque nadie está haciendo en Europa los deberes que debe hacer, porque nadie considera a la opinión pública, a los ciudadanos, acreedores al derecho a que se les respete, se les tome en consideración y se les trate como los protagonistas adultos de cualquier decisión política. La ecuación no puede ser más deprimente: el PP congratulándose de todas nuestras tragedias y el Gobierno sin capacidad de reacción. Menos mal que quedamos nosotros mismos. Por cierto, ¿qué ha sido de "Estosololoarreglamosnosotros" o ¿cómo era aquella ocurrencia de los amigos de Zapatero que costó un montón de pasta en publicidad para nada?