La actualidad es tan trepidante que no nos permite digerir la información. La consumimos sin más. A grandes dosis y sin que el intelecto sea capaz de metabolizarla. Sin anestesia previa. Un chute informativo en vena y a esperar la próxima transfusión. El ejemplo lo tuvimos ayer. Cuando uno trataba de masticar la decisión histórica más relevante desde la creación del euro, en 1999, como fue el acuerdo para la puesta en marcha de un mecanismo de asistencia financiera de la UE para ayudar a los países de la zona euro con dificultades para pagar su deuda pública, enseguida se encadenaron nuevas noticias que a penas dejan tiempo para la reflexión. El aluvión informativo fue de órdago. Wall Street se unía en su apertura a la euforia de las Bolsas europeas por tan acertada decisión; la compra de bonos por parte del BCE aliviaba la presión sobre España al intervenir en el mercado de deuda soberana para garantizar la liquidez (y la supervivencia de Zapatero); el Ecofin estimaba que los 15.000 millones de euros de reducción adicional que ha propuesto el Gobierno a desgana y tarde es "de una ambición insuficiente"... Y a la par que los inversores recibían con euforia el blindaje del euro y las medidas del BCE, el Rey mejoraba y caminaba por los pasillos del hospital de Barcelona como si de una metáfora se tratara.

A ese continuo goteo informativo se unió el festival del nuevo sondeo del CIS, que ayer nos revelaba que los españoles preferimos un Gobierno con 4,6 millones de parados que una oposición con la mochila cargada de casos de corrupción. El PP perdía ventaja electoral y ya sólo supera en 1,5 puntos al PSOE, cuando en la encuesta de enero sacaba a los socialistas 3,8 puntos. ¿Cómo es posible? ¿Será debido a que la encuesta se cocinó para hacerlo coincidir con el ´caso Gürtel´? Sospechas son sospechas.

Y mientras el CIS nos dejaba perplejos, los vulcanólogos nos avisaban de que no somos nada. A partir de ahora habrá que habituarse a compartir el espacio aéreo con la ceniza volcánica porque no hay dato que indique que vaya a parar la actividad del volcán.

Sea como fuere, la actualidad deja poco tiempo para la reflexión, menos en Málaga, donde estamos acostumbrados a debatir sobre lo debatido para rebatir lo acordado. O lo que es lo mismo: para no acordar nada. Somos diferentes.