Los que ven en la crisis oportunidad y en un movimiento sísmico la posibilidad de enriquecerse con camisetas de "yo sobreviví al terremoto" ¿darán con la solución del cambio en transportes y comunicaciones al que puede obligar ese volcán en erupción que, desde el norte, cierra los cielos?

Un billete de viaje, por tierra, mar o aire, debería acercarse lo más posible a un compromiso de llegada a destino en la medida en que un avión no es una atracción de parque a la que subimos para sentir el vuelo.

Ahora mismo hay un universo de distancia entre la expectativa del comprador de un billete de avión y la oferta del vendedor. La publicidad vende vacaciones en el lejano paraíso o cómoda puntualidad en los negocios pero lo que se compra es un asiento en una nave que puede volar o no. Como lo normal era que los aviones volasen se identificaba el billete con el destino y su compra con la llegada. Nueva York: tantos euros. Seychelles: 10 días, 9 noches. Algo tendrá que cambiar hasta que se llegue a distinguir con claridad lo que son dos asientos contiguos de lo que es un viaje de novios, una confirmación de reserva de una visita a la familia, el cargo de un billete de una reunión de negocios.

Aunque se vuela cada vez más, hay más motivos para volar cada vez menos (terrorismo, huelgas, cenizas...). Desde que el cielo es un cenicero tienes avión pero no tienes vuelo y la compañía, como es aérea, no ofrece alternativa o, si lo hace, no es clara. (Por experiencia: a veces, ofrecen autobuses a algunos destinos pero procuran no dar o demorar la seguridad de que saldrá, ni a qué hora, para que cada viajero se busque la vida y cargue con el sobrecoste). De momento, no se cuestiona la razón que les asiste ante el imponderable. Si el volcán sigue escupiendo y el viento trasladando su nube mucho tiempo, el imponderable será ponderado y no sólo para contar las pérdidas de las compañías.