La del PP consiste en negar al Gobierno cualquier colaboración contra la crisis, para achicarle oxígeno, mientras, a la vez, renuncia a una moción de censura, confiando en que los mercados y la crisis acaben haciéndole el trabajo. La de CIU, tercera fuerza, estriba en no implicarse ni en moción de censura ni en moción de confianza, que le obligarían a mojarse en vísperas de las elecciones catalanas. En coherencia, PP y CIU dan grandes voces contra las medidas del Gobierno, pero sin decir mu sobre las que deberían tomarse. Esa estrategia de la inacción política, disfrazada de aspavientos mil, hace daño enorme al país, pues ni deja que el Gobierno se fortalezca ni que surja uno alternativo a través de las vías políticas previstas en la Constitución, dejando abierta sólo la peor de las opciones en el momento álgido de la crisis: un adelanto electoral. ¿Política? Tristes politiquerías.