Después de algo más de un día inmerso en la lectura de Una historia del pop malagueño (1960-2009), texto que el pasado miércoles se presentó en la Feria del Libro, debo quitarme el sombrero ante su autor, Javier Ojeda, y el periodista Manuel Bellido, que firma el capítulo dedicado al grupo que lidera el cantante, por el magnífico y justo homenaje que el volumen realiza a los músicos locales. Ya era hora de que alguien dignificara a los artistas malagueños del pop y el rock que, sin la mitad de la mitad de las ayudas que las instituciones dedican a otras disciplinas, tratan de dar salida a sus propuestas con el autoconvencimiento y la ilusión como únicos compañeros. Son muchos los grupos y solistas de nuestras tierra que a lo largo de su trayectoria han conocido el favor del gran público, desde Marisol hasta Chambao, pasando por Diana Navarro, Annie B Sweet, Efecto Mariposa, El Koala, Hablando en Plata, Tony Zenet y, por supuesto, Danza Invisible, pero el acierto de este libro, editado de forma exquisita por el Ayuntamiento, es ir más allá de esa popularidad para bucear en la trastienda de lo que fue el germen popero en la provincia –con Los Íberos y Los Gritos como grandes estandartes– para después seguir la estela de aquellos grupos que, de una manera u otra, han destacado en la escena local a lo largo de los últimos 50 años.

Crear la banda sonora de Málaga sería impensable sin tener en cuenta a Tabletom, Factoría Ribbentrop, Generación Mishima, The FileTones, Los Raperos del Sur, Los Caracoles, Airbag, Los Mosquitos, Lito Blues Band, Fila India, Red Roosters, Free Soul Band, El Trío del Saco, The Blackberry Clouds, Tom Cary o Dry Martina, entre otros cientos de formaciones que aparecen en el libro y que, de esta manera, han quedado inmortalizadas para la posteridad. La labor de rescate de Javier Ojeda ha servido para que sus protagonistas se sientan orgullosos de formar parte de la historia. Una historia en la que hasta la fecha –con excepción de Málaga y la nueva ola. Vida y música nocturna 1979-1985, de José Luis Cabrera y Lutz Petry– nadie había reparado. Con un tono ágil y desinhibido, mordaz y, también hay que decirlo, paternalista por momentos, el cantante de Danza Invisible firma lo que podríamos considerar desde ya como la Biblia musical malagueña.