Vivimos tiempos de grandes confusiones. Apuesto a que no falta ya nada para que aparezcan docenas de anunciadores del Anticristo o nuevas ediciones de las profecías de Nostradamus, siempre tan socorrido, y predilecto de tantos botarates.

Acabo de volver de Corea y China, y he visto también por allí avanzar la espesa niebla de la confusión.

Probada la culpa de Corea del Norte en el hundimiento de un barco surcoreano y la muerte de muchos de sus marineros mediante un avieso torpedo, el presidente coreano tronaba en unas duras declaraciones contra el dictador norcoreano con un tono como no se oía en muchísimos años. «Tenía que hacerlo», me dijo el primer ministro Un-Chan Chung con quien estaba reunido mientras el presidente coreano tronaba ante la prensa mundial. ¿Y luego? Pues que el Presidente Lee, todo jaquetón, «caló el chambergo, requirió la espada, miró de soslayo, fuese... ¡y no hubo nada». ¿Y la ´comunidad internacional´? Pues lo mismo, un ´sujetadme que le pego´ y nada más. Ahí sigue Corea del Norte mas chula que nunca, yéndose de rositas después de haber torpedeado un barco de otro país, en tiempo de paz y sin mediar provocación alguna.

En China, durante una frugal colación en el nuevo y espectacular Palacio de la Ópera de Pekín, pregunté dos inconveniencias a mis anfitriones. Me contestaron a una: «Sí, claro. Somos miembros del partido». No tuvieron demasiados problemas en reconocerme que sin ese requisito toda carrera profesional más o menos brillante es de todo punto imposible. Pero la segunda pregunta los desconcertó por completo. «Y además de ser del partido, ¿sois comunistas?». Se miraron varias veces, enmudecidos por completo. He estado en China las veces suficientes como para saber que la pregunta era de una gran impertinencia, así que la retiré enseguida cambiando de tema. Lo interesante no era la respuesta que no llegaron a darme, sino el hecho, evidente por sus gestos, de que ni siquiera se habían planteado la posible y tragicómica contradicción que la pregunta sugería.

¿Y por aquí, por nuestro pagos? Confusamente bien, gracias.

De entre la avalancha de despropósitos diarios resulta difícil elegir lo que más descorazona. Uno de ellos, grave, tristísimo, es la degradación intelectual y sectaria de una de nuestras universidades señeras, la Complutense, que parece deslizarse por un incomprensible tobogán de fanatismo. Hace poco las algaradas pro Garzón, y ahora las gravísimas agresiones a dos ponentes israelíes. Qué mal debe estar nuestra salud moral cuando hasta la universidad cava estas sombrías trincheras.

Y luego la huelga y los sindicalistas. He oído las declaraciones de Cándido, el de la ugeté. Menudo atracón; no se ha privado de nada. En treinta segundos ha asegurado, todo solemne, que estamos en plena lucha de clases, y ha hablado del liberalismo que quiere acabar con el estado del bienestar, y de los ricos y los poderosos, y creo que hasta de la lucha final. Uf, qué desayuno me ha dado, el pobre.

A nuestro buen Cándido, de inequívoco y rudo aspecto de sindicalista de toda la vida, cabría recordarle lo que decía el gran Novalis por boca de Enrique de Ofterdingen: "Cuando en el corazón del hombre ruge la tormenta que arrambla con todo… entonces no es posible el verdadero lenguaje; lo único que de ello puede resultar es una palabrería confusa y enmarañada". De su amigo Toxo (o Tojo, o Tosho, o Tocho, no lo tengo claro) nada diré. Con Cándido nos basta. Estos hombres, como todavía creen que el proletariado es la vanguardia de la historia y ellos sus vicarios en la tierra, son inmunes a la vergüenza del lugar común. Beatos ellos.

A esta confusión tan paupérrima intelectualmente, que si ni quiera llega a ceremonia, debería sumarse ahora, para que nada falte, el cómico Willie Toledo, opinando sobre Cuba o sobre Palestina. Vamos, Güili, di una de las tuyas; alégranos el día.