Las broncas políticas a cuenta del metro están llegando antes de lo que se sospechaba, quizá para fechas más próximas a las elecciones municipales. El montaje escénico organizado el miércoles por la concejala de Cruz de Humilladero, Teresa Porras, anticipa jaleo. Rodeada de varios vecinos de la calle La Unión presentó desafiante un proyecto de urbanización –para cuando finalicen las obras del suburbano– que apenas añade nada en materia de movilidad sostenible, como les gusta llamar a los técnicos a la idea de ganar espacio ciudadano en detrimento del vehículo privado. Aporta, eso sí, el tipo de suelo que quiere poner allí, granito y el poroso, rojizo y vistoso mármol de Sierra Elvira, como el del interior del Palacio de Carlos V, en la Alhambra. Cuestión de gustos, aunque el proyecto final difiere radicalmente del borrador que se enseñó a la Junta hace unos meses y que sí atendía algo más a la peatonalización porque dejaba un solo carril por sentido, reducía los aparcamientos y ampliaba la acera. El problema es que este diseño inicial no gustó nada al vecindario, acostumbrado a tener el coche a la puerta de casa o del comercio. Porras ha preferido hacer méritos con los vecinos, con su cantera, y no enredarse en una opción de futuro como la planteada en la Carretera de Cádiz, en donde se apuesta por un mayor equilibrio entre el tráfico rodado y el uso peatonal. La concejala anunció su propuesta como una imposición a la Junta para desagraviar a los vecinos que habían perdido el sueño por las obras. A este corifeo se unió el concejal de Urbanismo, Manuel Díaz, cuyo departamento trabajó la idea.

La veda ya ha sido abierta con fuertes dosis de populismo, aunque quizá haya contribuido también una reciente visita de la delegada del Gobierno andaluz, María Gámez, a la sazón candidata socialista a la alcaldía, cuando se inició la obra del túnel de la avenida Louise Pasteur. Nunca se sabe hasta qué punto influyen estos pequeños detalles en la maquinaria estratégica del contrario.

Alejado de este entorno, y por eso más sorprendente, resulta la reclamación que ha efectuado a Metro Málaga el concejal de Movilidad, Juan Ramón Casero. Le pide 300.000 euros por las averías de los autobuses de la EMT al circular por la avenida Velázquez, castigada por las obras. Daños en amortiguadores, neumáticos, etc., por cierto, como los sufridos por cualquier hijo de vecino. La EMT es una bomba de relojería, metida en pérdidas y con una generosa plantilla regida por un convenio colectivo envidiable. Serán los nervios o cosa de la agitación reinante, porque lo cierto es que Casero siempre ha mantenido una entente cordial con el Metro, una buena coordinación y cooperación y ha dado sobradas muestras de ser un gestor razonable.