Las tormentas de principios de verano pueden verse como un modo de entrar éste a patadas, o una manera de defenderse a golpes el tiempo que se resiste a irse. Su enorme belleza viene de la violencia con que se presentan, que malamente intentan remedar las tracas y fuegos que en verano proliferan. Los juegos de rayos y truenos que montamos los humanos tienen el virtuosismo de la razón, en sus combinaciones de dibujos y colores, pero la razón humana siempre será pequeña al lado de la de la naturaleza. En los dibujos de las descargas eléctricas no hay simetría, ni juegos, pero las líneas de luz parecen responder a otra lógica superior, como si el sistema de fuerzas, flujos y estados que reina en el aire señalara los caminos que las chispas recorren. En esas luces, y también en el modo en que retumba luego el trueno, se nos ofrece una visión y audición de todo lo que tiene dentro el aire.