Charleta típicamente estival, en sobremesa de cena al aire libre, sobre el imperio de las tecnologías de información y comunicación (TIC), con notables del sector. Al llegar a un punto en la atribución de virtudes salvíficas a la comunicación, me rebelo, con la consecuencia de polarizarme y perder el tino. Llego a decir que las TIC son la última bagatela para engañarnos, y que comunicarse no es un valor intrínseco, si no hay nada que comunicar. El problema, añado, es que hemos cortado nuestra comunicación con los antepasados, o sea, con los grandes depósitos culturales de la humanidad, a los que no se llega con mayor velocidad, sino lentamente y con esfuerzo. Sin mentar McLuhan, me atrevo a completar su sentencia: cuando el medio es el mensaje, el mensaje es una mierda. Estupor en la mesa. Descrédito. Y, para remate, encima ahora lo cuento. La comunicación nos pierde.