Por un día –y esperemos que se repita el domingo– España fue noticia positiva en los periódicos de todo el mundo. Por un día –y seguro que se repite el domingo– las banderas españolas ondearon en las calles de todas las ciudades españolas y el grito de ¡España, España! sonó por igual en Cataluña, en el País Vasco, en Galicia o en Andalucía. Y todos unánimes aplaudieron el gol de un catalán que llevó a España a la primera final de un Mundial. Ojalá que los políticos fueran capaces de quedarse con algo de ese «espíritu de la roja» y estuvieran dispuestos a hacer grupo, a ser equipo, a jugar juntos, a tener un objetivo común.

Eso no lo pueden decir los cubanos que están divididos por culpa de una dictadura. Hay cubanos en el exilio, hay cubanos que no pueden hablar libremente ni muchos menos salir de Cuba, y, sobre todo, hay cubanos en la cárcel por el mero hecho de no compartir las ideas de los dictadores, por no someterse a la tiranía de los Castro, por pedir libertad. El Gobierno cubano acaba de liberar a 52 presos gracias a la mediación de la Iglesia católica cubana. Y lo ha hecho aprovechando la visita a la isla de nuestro ministro de Asuntos Exteriores, que no siempre ha mantenido una política firme y coherente con lo que piensa Europa, pero que sigue siendo útil en algunos casos. De esos 52 presos, cinco vendrán a España con sus familias. Pero esa decisión no soluciona el problema de otros presos que ha llevado al periodista Guillermo Fariñas a una huelga de hambre que le tiene en una situación de gravedad extrema. Tampoco devolverá la vida a Orlando Zapata, que falleció en febrero tras otra huelga de hambre para pedir mejores condiciones de su encarcelamiento. No parece que sea algo más que un gesto de un Gobierno cada vez más débil, pero igual de intransigente y dictatorial. Cincuenta y dos presos podrán vivir en libertad y con sus familias, pero tendrán que iniciar una nueva vida fuera de Cuba y nunca olvidarán lo que han padecido injustamente.

Cuba es un anacronismo en el siglo XXI. Dictadores que no rinden cuentas a nadie, que usan y abusan de su pueblo, amparados por una cierta izquierda trasnochada que remueve el pasado español y defiende el presente vejatorio del país hermano, de los hermanos cubanos. Un día, cada vez más cercano, Cuba recuperará la libertad y la dignidad y muchos tendrán que hacer examen de conciencia de sus culpas. Porque esa libertad podía y debía haber llegado antes. Y cada día que han pasado estos 52 presos cubanos en las cárceles del dictador y los días que pasen los que aún quedan es un grave ataque a los derechos humanos.