En cuatro partidos y con media docena de goles, la Selección Española de Fútbol ha conseguido más por ilusionar a millones de españoles con la «idea de España» que todos los esfuerzos realizados a lo largo de los últimos treinta años por los partidos nacionalistas para desacreditar esa idea. Es sabido que para progresar hay que ir contra alguien, y los partidos nacionalistas, primero en Cataluña y el País Vasco y después en Galicia, eligieron como ser esencial de su naturaleza el repudio de la idea de España concebida como «patria común de los españoles», según el decir de la Constitución.

El rechazo a pertenecer a España –la nación más vieja de Europa– llevaba a otra conclusión, en este caso tomada del ideario leninista: no es suficiente con luchar para eliminar al enemigo, hay que desacreditarlo. En nuestro caso, empezaron por el nombre. Nunca hablan de «España», la palabra clave. Una referencia que remite a siglos de Historia común, es sustituida por el término «Estado», sintagma que define una simple construcción política que no apareja noticia de identidades históricas, culturales o religiosas.

La idea de España remite a la pertenencia a una comunidad con raíces, costumbres y valores culturales comunes. En el término «Estado» sólo se contienen datos acerca de la organización política o territorial de un país. La política es territorio de opinión, pero el sentido de pertenencia a una nación está por encima de las ideologías; por eso hay ciudadanos, tanto de izquierdas como de derechas, que se sienten y reclaman españoles y no se dejan acoquinar ante los anatemas que proceden del mundo del nacionalismo centrípeto. Porque esa es otra. Como decía, el empeño de treinta años de los nacionalistas periféricos ha sido forzar la idea de que patriotismo (español) y franquismo eran una misma cosa. Por decirlo en corto: era facha todo aquél que decía sentirse orgulloso de ser español. En sentido contrario, se podía ser patriota catalán, o «abertzale», porque eso sí tenía apellido democrático.

Pues bien, tras treinta años de tralla resulta que ante los goles y triunfos de la Selección Española de Fútbol, miles de españoles, también en Cataluña, el País Vasco o Galicia, se han sentido unidos por el mismo sentimiento, un sentimiento de pertenencia: han sentido, la ilusión de España. Que dure. Que dure y que se proyecte más allá de lo que pueda ser el desenlace del Mundial.