A Paul le podemos llamar el adivino de los tres corazones. Menciono al pulpo para empezar, porque si no parecería que soy de otro mundo en estos previos de la final en Sudáfrica. El pulpo Paul es el que, como saben relamiéndose hasta los gatos gallegos, ha elegido en la televisión alemana el mejillón que estaba dentro de la urna con la bandera de España, en vez del que estaba en el interior de la urna con la bandera de Holanda. Como ya hizo ante la cara de pasmo del presentador germano cuando jugamos contra Alemania en las semifinales. Los medios de comunicación de medio planeta, que parecían no tener una noticia más relevante para abrir que ésa, han inferido que se trata de una nueva predicción que da ganadora a la Roja, mañana, contra Holanda.

Un equipo

También las mantas raya tienen tres corazones. Y a muchos malagueños, andaluces y españoles, sin reduccionismos nacionalistas ni necesariamente patrióticos, nos vendría bien tener tres en vez de uno para aguantar la emoción de un partido histórico que muchos quisieran convertir en el espejo de un país que, jugando en equipo, podría ser alguna vez el nuestro. Ha estado rápido el Ayuntamiento malagueño abriendo mañana a partir de las 18 horas la plaza de toros -que le ha cedido la empresa- para ver en una gran fiesta y con acceso libre el partido. Para ver en una pantalla gigante de unos 30 m2 elefantes gladiadores inasequibles al desaliento como Puyol, que está en todas partes; o más jóvenes como Piqué que prohíben el paso por la senda de la manada; o ardillas talentosas e inagotables como Iniesta; o hurones concienzudos a la hora de encontrar el hueco como Xavi; o anguilas escurridizas y efectivas como Villa; u osos que no hibernan nunca protegiendo la entrada de su cueva, como Casillas, etc.

Atoestima

Mañana, miles de malagueños podrán ver en la plaza de toros o en sus casas con la familia o en los bares con amigos o donde les dé la gana, o escucharlo por la radio e incluso no verlo, pero inevitablemente enterarse, la final de un Mundial en la que al fin juegan los nuestros, haciendo historia. Ya hemos ganado. Ocurra lo que ocurra mañana que, por lógica, será una victoria de España. A priori el partido se presenta menos complicado que el que tuvimos contra Alemania. Pero en el fútbol, como los goles son los que suben al marcador, no el buen juego, nunca se sabe. Los ciudadanos que sí vamos a seguir el partido lo vamos a hacer con alegría, porque este equipo un poco de todos ya ha demostrado no sólo su buen talante, sino su endiablado talento y su capacidad de sufrimiento. Este equipo nos está procurando autoestima, aunque sea una razón más del corazón ése que tiene razones que la razón no entiende, como decía Pascal, quien seguro que mañana apostaría también, como el pulpo Paul, por España.

Alatriste

Esta selección española juega en grupo como nunca habíamos soñado, y sin perder aquello de la furia española que inventamos para digerir lo de jugar como nunca y perder como siempre. La Roja resiste, se divierte y sabe ganar sin dejar de ser un equipo. Mañana, contra Holanda, será nuestra pica en el Flandes africano. Serán como los tercios del capitán Alatriste de Pérez Reverte, pero sin sangre ni el alma hecha jirones por el abandono del rey Felipe IV, y sin la derrota asumida de antemano en la cara. Todo aquello que sí se reflejaba en el tercio español en esa secuencia del final de la película Alatriste, dirigida por el bueno de Díaz Yanes -Agustín, no confundirlo con su hermano Paco, prestigioso cirujano digestivo en Málaga-.

Navajazo

También el pulpo Pepe del Sea Life de Benalmádena ha elegido a España. E incluso una gamba o una cigala que he visto por internet. Tonterías divertidas para un país que se alegra en plena crisis, bienvenidas sean. Lo que no ha tenido ninguna gracia ha sido el navajazo a un muchacho de Cádiz en plenos Sanfermines, en Pamplona, sólo por llevar una camiseta de España como fan de la selección por la calle. No ha sido un toro de Fuente Ymbro, ganadería también gaditana del encierro de ayer, el que le ha corneado, sino un fanático al grito de «españoles de mierda». Como si no tuviéramos bastante con el residuo franquista que sigue creyendo en la resurrección del caudillo cuando ve tantas banderas rojigualdas, ondeando alegres y sanas por los balcones. Toca aguantar también a quienes se sienten gudaris legitimados para pinchar a chavales que celebran la victoria de un equipo de fútbol.

Barça-España

Sin llegar a esos extremos intolerables, también tenemos que soportar a nacionalistas enfadados por no poderse alegrar por la selección española en este Mundial histórico. Algunos líderes vascos y, sobre todo últimamente, catalanes, al menos podrían callarse sobre lo que hacen estos futbolistas asturianos, como Villa, canarios como Pedro, andaluces como Ramos, catalanes como Pujol (que sin dejar de serlo ya ha declarado que «este quipo no es el Barça sino la selección española»), o vascos como Llorente, que está viviendo su sueño por haber sido seleccionado por el madrileño Del Bosque, etc. Cómo no alegrarse por la Roja, pase lo que pase mañana. La Roja, que, a propósito, no se llama así por ser de izquierdas, como ironizó el socialista Zarrías cuando le preguntaban por otra cosa. Sencillamente es el color de la camiseta. Y pasado mañana será otro día… porque hoy es sábado.