La cansina e interminable historia de la tramitación del plan especial del Puerto de Málaga retrata la incapacidad (o valentía) de nuestros gobernantes. El pasado 23 de junio, el presidente de la Autoridad Portuaria, Enrique Linde, anunció que la modificación puntual de elementos que compete al muelle 1 y la esquina con el 2 contaba con el visto bueno del Ayuntamiento de Málaga, como reconoció el concejal de Urbanismo, Manuel Díaz. Días antes, en una reunión convocada por el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, con los directores de los medios de comunicación la empresa concesionaria del proyecto mostró cómo quedaría la maldita «esquina de oro» con el polémico edificio cultural elevado de 6.300 metros cuadrados y que con sus 13 metros de altura superaría la cota del Paseo de la Farola. Nadie dijo nada e incluso se anunció (aún no se ha convocado ni el concurso público) que sería Unicaja la que gestionaría este recinto cultural. Todo eran felicitaciones. El Puerto tenía ya definido su proyecto e incluso se anunciaba un calendario de obras. Sin entrar a debatir qué proyecto sería el más adecuado para ubicarlo en la «esquina de oro», pues cada malagueño o grupo de presión ciudadana tendría una propuesta, lo cierto es que ayer el alcalde anunció con cierta claridad que había solicitado a Urbanismo que estudiara alternativas a la modificación ya acordada, entre las que se encontraría volver, con la máxima fidelidad, al acuerdo de 2004. Leído así, sin más, la conclusión más primitiva es que se han perdido seis años, que sumados a los anteriores nos trasladan al siglo pasado. De la Torre argumenta que siempre es bueno tener esas reflexiones antes de que se adopte un camino y dice que no hay camino irreversible hasta que no empiecen las obras. Cierto. A este paso jamás se iniciarán y nuestros gobernantes se enzarzarán en nuevos debates solapados con antiguos para no concluir en nada definitivo para luego poder modificarlo. Desconozco si existe otra ciudad en este planeta donde un proyecto vital permanezca en la mesa de debate más de treinta años. Son tantas las expectativas levantadas que todo nos parece indigno para esa esquina maldita. Vicente Del Bosque mantuvo juntos a Busquets y Xabi Alonso. Creía en su sistema. Aquí hace falta un liderazgo similar, una altura de miras y la valentía suficiente para cerrar este lamentable episodio. Han tenido más de treinta años para debatir. ¿Cuántos más necesitan?