Estamos acostumbrados por desgracia a capear con las dificultades para acceder a determinadas informaciones públicas como por ejemplo las listas de espera en la sanidad, el tiempo de demora en las citas para especialistas, el coste de algunos coches oficiales, la ubicación en las carreteras de los radares que miden la velocidad, la concesión de algunas subvenciones, el destino preciso de los fondos Feder, cifras sin maquillar sobre los niveles de delincuencia, etcétera. Un rosario de cerrojazos a los datos oficiales que limita el libre acceso a la información, y que tiene épocas de distinta intensidad, inversamente proporcional a la distancia que haya con las siguientes elecciones.

Sin embargo, esta cultura del secretismo, moneda corriente en la administración pública, se extiende también a otros ámbitos que no son de carácter público en los que hasta ahora no importaba que se supiera demasiado. Me refiero al fútbol, o mejor dicho al Málaga.

El nuevo entrenador del club, Jesualdo Ferreira, en quien el propietario del club, el jeque qatarí Abdullah Bin Nasser, ha depositado su confianza para dirigir al equipo por la senda de los grandes, ha llegado con la idea de echar la cortina a la habitual transparencia informativa como primera clave, dice, para hacer del Málaga un conjunto de élite. Para ello ha ideado un sistema según el cual, en la pretemporada hablarán cada día dos jugadores, se limitan las entrevistas y los reportajes y no se hacen declaraciones. Vamos, como si estuviéramos a punto de jugar la final de la Champions y no se quisiera dar la alineación.

Quiero pensar que es una reacción lógica, defensiva, de alguien recién llegado que todavía está estudiando las características de cada jugador, situándose en el escenario local e intentando armar una plantilla viable, porque esta sorprendente medida no tiene un sentido lógico en una ciudad acostumbrada a recibir información puntual de sus jugadores y del funcionamiento del equipo. Tras la venta del club, con veinte mil abonados que tienen perfecto derecho a saber qué se cuece entre los blanquiazules, se han levantado demasiadas expectativas sobre el futuro del equipo, con anuncios de fichajes –por cierto, aún sin confirmación oficial– y promesas de éxito que suponemos (no tenemos la certeza) que se sostendrán en alguna base razonable. Como siempre ocurre cuando se aplican políticas informativas restrictivas, se corre el riesgo de que se extiendan las filtraciones para hacer frente a la planicie oficial, al desinterés de los jugadores a los que se les hará pasar el trago de leer un guión precocinado. El miedo a la información transparente sólo provoca que crezca la desinformación y el descontento entre los seguidores de un equipo que últimamente no tiene demasiada fortuna y al que todos deseamos una temporada triunfal.