Cada vez que las palabras se separan de los hechos se produce un vacío que es germen de conflictos. Todos los analistas indican que la sentencia del Tribunal Constitucional no recorta ninguna capacidad de autogobierno para Cataluña, con excepción de alguna referida a sus órganos de Justicia que puede ser enmendada legalmente con una Ley Orgánica. ¿Dónde está el problema práctico?

Se trata de emociones y de discursos identitarios. Se trata de saber si los líderes políticos respetan la Constitución y las instituciones que de ella emanan. Y si es así, con la sentencia en la mano, Cataluña puede seguir por la misma senda institucional que tenía. Puede «desplegar» su estatuto.

La dialéctica es sobre la naturaleza del nacionalismo y su disconformidad con adecuar sus parámetros a la Constitución. Lo razonable sería determinar el orgullo de todos los nacionalistas por la Constitución, porque es el soporte legal del autogobierno y el Estatuto de Cataluña. El problema surge cuando las palabras no se ajustan a los hechos: los nacionalistas catalanes no se sienten ni identificados ni representados en la Constitución española desde mucho antes de la sentencia del Tribunal Constitucional. Y su dialéctica siempre será de tensión con las leyes españolas porque esa es la esencia y la razón de ser ideológica de su existencia.

Zapatero es un mago de jugar con las palabras sin remitirlas a los hechos. Pacta con Maragall para luego serle infiel con Artur Más, al que termina engañando. Acepta la sentencia del Constitucional como si no tuviera nada que ver con él, para luego prometerle a Montilla que tratará de darle la vuelta como si fuera un calcetín.

Hay una ecuación falsa en la política española que trata de equiparar a quienes no son nacionalistas con los viejos nacionalistas retrógrados españoles. Pero ser y asumir las posiciones de los nacionalistas no es un requisito para ser demócrata. Y el desprecio que dicen sentir algunos dirigentes catalanes desde el resto de España es sólo originario de algunas minorías exaltadas y normalmente ultraconservadoras. En Cataluña dicen sentirse incomprendidos por el resto de los españoles y muchos españoles dicen sentirse incomprendidos por la actitud de los líderes políticos catalanes. Dos desafecciones cruzadas que empobrecen a las dos partes. El problema no es que Cataluña se aleje de España. También forma parte del problema que España se aleje de Cataluña. Desplieguen su estatuto conforme a la Ley y guarden la demagogia en el cajón que no están los tiempos para bromas.