Hay que echarlé pasión

Dice un refrán que además de ser bueno hay que parecerlo. En las denuncias por malos tratos, aparte de llenarse de valor, hay que ponerles pasión y convicción para ser creída, para convencer al juez de la mala situación que se está viviendo y hacer uso de la justicia que está en sus manos.

Si le faltan estas cualidades, otra opción podría ser, entre paliza y paliza, asistir a clases de teatro y aprender a representar ante los tribunales el papel de víctima que le ha tocado vivir entre bambalinas. Además de ser mujer maltratada, no lo olvide, tiene que parecerlo.

Ha vuelto a ocurrir. Hace pocos días, otra mujer ha sido asesinada. En esta ocasión ha ocurrido en Pinos Puente, Granada.

Debe ser muy difícil ser juez, no lo dudo. A pesar de los hematomas, el testimonio de la mujer le resultó contradictorio. Posiblemente hacía tiempo que había perdido por completo la autoestima y no sabía cómo responder porque, en ese estado, desconocía quién era ella misma. Quizás la culpa fue del miedo que le corría a galope por las venas lo que la traicionó y no tuvo la pasión suficiente como para mirar al juez fijamente a los ojos y contestar sus preguntas con firmeza. Esto hizo que fallara a favor del verdugo que, seguro de sí mismo, se concedió unos días para estudiar como matarla. ¿El motivo? Los celos. ¿El argumento? El de siempre, si no era para él no era para nadie. ¿El resultado? La muerte.

Según el juez, no se pudo dar «crédito suficiente» a la denuncia de la víctima. El fallo, que será recurrido por la Fiscalía, según han confirmado fuentes del Ministerio Público, alude también a la «excesiva parquedad y la escasísima pasión y grado de convicción» con que la mujer exteriorizó su testimonio durante el juicio.

Lo más probable es que días antes de ser asesinada, a esta mujer no solamente le faltara pasión y poder de convicción sino hasta el aire en los pulmones. Compartía la vivienda con su asesino. Y claro, le falló lo primordial. Pero lo que a ella le faltaba, le sobraba al otro, al asesino, el valiente que se otorgó el poder de quitarla de en medio, el que la mató en plena calle, a mediodía, bajo un sol de justicia, con una azada entre las manos y el corazón lleno de rabia.

Ya lo sabe, si su denuncia llega a juicio saque allí todo lo que lleve dentro. No olvide hacer uso de la hipérbole. Échele pasión sin medida. En estos casos le puede ser muy útil. Tanto como para salvarle la vida. Isabel Pavón Vergara. Málaga