Quién ganó el debate del estado de la Nación? El CIS realizó su habitual encuesta de urgencia a partir del jueves por la tarde, cuando aún resonaban las voces de los últimos oradores, y determinó que había sido Rodríguez Zapatero. Debemos sin embargo mirar con más detalle los resultados para extraer conclusiones más ajustadas.

Según el resultado bruto de la encuesta, un 26% cree que ganó Zapatero y un 20% cede el triunfo a Rajoy. Ahora bien: del total de los encuestados, un 36% dice haber votado al PSOE en las últimas generales y solo un 23% al PP: una proporción alejada de la realidad. Cabría pues ajustar los datos según esta desproporción. Ello se hace mas patente cuando se observa que un 53% de los votantes del PP da ganador a Rajoy, mientras que solo un 50% de los votantes socialistas da la victoria al presidente del Gobierno. Rajoy es algo más convincente que Zapatero ante las respectivas parroquias.

Aún así, el líder socialista se pone por delante, y ello se debe a que obtiene mayor predicamento entre los electorados de CiU e IU/ICV, especialmente entre este último. Pero una cosa es que izquierdistas y nacionalistas prefieran a Zapatero ante Rajoy y otro que dejen de votar a su propio partido cuando llegue la cita con las urnas.

Rajoy habría ganado abiertamente el debate si hubiera llevado a su terreno a un número sensible de votantes socialistas, hubiera retenido a todos los propios y se se hubiera erigido en preferencia para los nacionalistas. No fue así. De forma simétrica, Zapatero hubiera podido proclamarse vencedor si hubiera hecho dudar a un segmento importante del electorado popular. Tampoco fue así. Un 33% de votantes del PSOE y un 28% de los del PP considera que ninguno de los dos salió victorioso. Es decir, que a ante la pregunta de «¿quien ganó?» unos y otros responden, en primer lugar, «los nuestros, naturalmente», y en segundo lugar, «nadie». Combate nulo. Dos púgiles pesados, agotados, envejecidos, incapaces de dar un golpe claro, han empatado a ningún punto.

El resultado está a la altura de la falta absoluta de nuevas ideas y de propuestas originales del debate, que no es otra cosa que el reflejo de una realidad política farragosa y desnortada. En realidad, pocos esperaban algo del combate dialéctico. Un 25% de los españoles ni siquiera sabía que se había celebrado. Del resto, la mitad no le dedicó ni un minuto de atención. Tanto mejor para quien gane las próximas elecciones: nadie esperará gran cosa de él.