Los dientes de leche van del periodo embrionario hasta los treinta meses. Los dientes secundarios ocupan los años en que se sale de la niñez y se llega a adulto. Son dos velocidades distintas. La dentadura que más rápido crece es la tercera. Al menos como negocio. En esta crisis cierran 100 tiendas diarias (dato de abril) pero abren clínicas dentales.

Las clínicas de la dentición 3.0 trabajan en la corrección de la dentadura desde la infancia y arreglan los fallos y carencias de lo que antes se llamaba la dentición permanente y que ahora –con el envejecimiento de la población y el rejuvenecimiento del envejecimiento– es más correcto llamar secundaria. La tercera dentadura es la más cara y la que más se tarda en tener, aunque cada vez más gente llegue antes a ella.

Su éxito es funcional aunque la masticación ya tiene poco que ver con lo mucho que se gasta en dientes. En la sociedad de servicios las muelas son obreros que hacen el trabajo oscuro y los incisivos, caninos y premolares son estrellas de la comunicación.

La dentición 3.0 no está pensada tanto para mascar carne como para ganarse la proteína con la sonrisa que parece exigir una sociedad de servicios volcada en el trato con el cliente, la relación con el proveedor y la negociación con el competidor. De la ventaja reproductiva que da una buena sonrisa para qué hablar.

El primer fotógrafo que dijo «sonría a la cámara» cambió la forma de presentarse ante el mundo de los individuos de las sociedades desarrolladas. La sonrisa obligatoria en todo compareciente en televisión –el medio que profesionalizó las mejores combinaciones de labios y dientes (y botox)– pasó del espectáculo –incluido el de los deudos del finado– a la política y llega a los hogares. Desde los años 80 Hollywood alineó cualquier diente descolocado y pronto sus guionistas no podrán decir «europeos, esa gente con dientes torcidos».