Los admirables esfuerzos de Carod Rovira para crear nuevos puestos de trabajo obtienen un fruto cualificado, pero magro. Hasta el momento sólo se han creado nueve puestos de «embajadores de Cataluña», amén de la dotación de funcionarios adjuntos, pero esto no es nada comparado con la enorme cantidad de puestos de trabajo que se lograrían con la Independencia de Cataluña del Estado Español.

Casi ciento cincuenta embajadas, pero embajadas de verdad, no embajadillas vergonzantes, como ahora, y en lugar de los nueve mil euros mensuales, poder pagar a los embajadores catalanes una cantidad semejante a la de los embajadores franceses, británicos o estadounidenses. Pero eso no es nada, si añadimos el personal necesario en cada embajada (ministros plenipotenciarios, agregados en las diferentes materias, cónsules, etcétera), con lo que con

Diez mil millones de euros, con cargo a los contribuyentes de Cataluña, se crearían cientos de puestos de trabajo. Pero eso no es nada si pensamos la enorme cantidad de puestos de trabajo con la creación de un Ejército genuinamente catalán, tanto de tierra, como de mar y aire, y el consiguiente aprovisionamiento. Un par de submarinos, doscientos tranques, aviones caza, aviones de transporte, en fin, algo digno de Cataluña, y que llevaría a su ministro de Economía a hacer encaje de bolillos, pero que permitiría una independencia digna de la nueva nación.

Es muy posible que, ante tanto gasto que ahora corre por cuenta del opresor Estado español, al principio los ciudadanos se tuvieran que apretar un poco el cinturón, pero se lograría el pleno empleo, y el brillo en la carrera militar, hasta ahora un sector poco seductor, porque se trataba de tropas del colonizador.

Laporta tiene un gran porvenir con su idea, y hay que animarle hacia ese gran proyecto liberalizador que convertirá a los catalanes en más pobres, pero absolutamente libres del dogal español.