Decidido a tomar también vacaciones de mí mismo, abandono las lecturas habituales y me adentro en las páginas de una revista del corazón que viene, de regalo, con uno de los periódicos que suelo leer (no descarto que lo que regalan sea el periódico). Mucho colorido, muchos titulares, muchas declaraciones, ninguna esquela. Intuyo que nunca llueve dentro esta revista, que nunca hay tormentas ni fríos excesivos, ni hambrunas ni desastres naturales, ni cultivos transgénicos. Se trata de una publicación sin goteras, con las alfombras limpias. Las revistas del corazón son placebos: no siempre curan, pero tampoco hacen daño. En la antesala de mi dentista hay montañas de publicaciones de este tipo. Por algo será, digo yo. Si lees una antes de que te llamen, entras ya un poco anestesiado.

Abro la revista de marras (qué rayos querrá decir marras) y tropiezo con una entrevista en la que Luis Alfonso de Borbón, hijo de Carmencita Franco y nieto de uno de los mayores criminales del siglo XX, dice completamente en serio: «Estoy preparado para ocupar el trono de Francia, pero no lo reivindico». Le falta añadir que los franceses se lo pierden. Como no doy crédito, rebobino, vuelvo a leer, y compruebo que este chico, en efecto, asegura estar preparado para ocupar el trono de Francia, aunque no lo reivindica. ¿Creen ustedes que el entrevistador, repregunta, ironiza, se extraña o suelta la carcajada? Nada de eso. El entrevistador le sigue la corriente, como si hubiera alguna posibilidad, por remota que fuera, de que ese chico llegara un día a ser rey de la república gala.

Luis Alfonso de Borbón

Trato de imaginar un mundo en el que Luis Alfonso de Borbón fuera el monarca de la nación vecina. La verdad es que no debería resultarme difícil perteneciendo a un país en el que su madre ha sido una de las estrellas de Televisión Española. Aun así, me resisto.

En definitiva, que las declaraciones del pobre chico me producen más miedo que risa. Quiere decirse que las revistas del corazón no son tan inocuas. De placebo, nada. Puro veneno, directo al corazón y a la mente. Mientras aguarda a que los franceses le llamen, desesperados, para que rija los destinos de la república gala, Luis Alfonso ocupa la vicepresidencia de un banco venezolano, propiedad del papá de su señora.