Mientras la alta competición muestra a cada poco la putrefacción de los soportes éticos de la práctica deportiva, algunos, para compensar, se ponen finos y exquisitos hasta el extremo del ridículo. Sucedió con el magnífico Contador, cuando se le reprochó que no aguardase a un competidor directo al que se le había roto la cadena de la bici, y sucede ahora con Alonso, a propósito del adelantamiento a su compañero de equipo Felipe Massa, que le dejó pasar sin resistencia porque, sencillamente, iba más lento que Alonso. ¿Se pretende que Massa debió haber obstaculizado por todos los medios ese adelantamiento del piloto con el que forma equipo, favoreciendo así a sus rivales, que venían pisando los talones? Estos manierismos éticos son siempre sospechosos, pues suele ser el recurso de algunos responsables para lavar la cara, disimulando sus vergüenzas, corruptelas y favoritismos.