En una semana donde continuaban los ecos de la bronca política con motivo del debate del Estado de la Nación, donde hemos llegado, al menos yo, al límite de lo soportable por reducir la política a la mera confrontación, cuyo único fin es la hipotética victoria con un adelanto electoral, sin valorar lo que eso supondría a la situación económica y a los cuatro millones de parados. Cuando en nuestra ciudad, el que está llamado a ser el proyecto emblemático de la Málaga del siglo XXI, la transformación e integración del Puerto a la vida urbana, se convierte en un rifirrafe que, tras dos años de negociación y supuestos acuerdos, uno de los signatarios – el alcalde- alega ignorancia sobre lo firmado y el otro –Autoridad Portuaria- la negativa a volver a negociar, lo que implicará nuevas dificultades en una obra que, como consecuencia del desencuentro de unos y otros, lleva más de 15 años de retraso.

Con este panorama, a pesar de mi carácter optimista, no es difícil caer en el desánimo y entender el desapego de un sector de la población, cada vez mayor según las encuestas, con esta forma de hacer política, por ello, es importante la participación ciudadana, lo que los sociólogos denominan la «sociedad civil», como el movimiento generado para eliminar la verja del Paseo de los Curas que permita la integración del puerto en la ciudad y que ha dejado en evidencia como algunos planteamientos políticos-técnicos van en una dirección y los deseos de la ciudadanía en dirección contraria. Una sociedad civil que coge músculo y se fortalece, algo de esto experimenté en la presentación de sendos libros de relatos el pasado jueves y viernes.

El primero titulado «La Pretemporada» de Joséantonio Trujillo, médico humanista, que a través de 15 relatos y tomando como base el futbol nos adentra en los valores de la solidaridad, el esfuerzo, el trabajo en equipo, el compañerismo y la consecución de objetivos comunes y todo ello con un estilo divertido y entendible.

El segundo relato ´La Lápida de Dora´ de Víctor Sáez, trabajador incansable que «desde la humildad, pinta diseña y ahora hace relatos que divierten, hacen pensar y siempre te dejan un buen retrogusto como los buenos vinos» en palabras de Manolo Jiménez.

Tanto Joseantonio como Víctor, no se conocen entre sí, pero forman parte de esos miles de personas anónimas, hechas a sí mismo, sociables, comprometidos, capaces de mantener un debate sin recurrir al insulto, que ejercen su trabajo diario y aportan sus reflexiones a la sociedad, son «gente normal» en medio de esa frondosa selva en que se ha convertido una parte de la política, al leer sus relatos y al escuchar sus testimonios uno recobra el optimismo y piensa que no todo está perdido, que hay motivos para la esperanza gracias a una sociedad civil que en su día a día demuestra madurez y sentido común.