La EPA ha vuelto a echar sal en la mollera de quienes no ven las estadísticas del paro como un asunto matemático, sino como un drama familiar tras otro. A pesar de haberse creado algo más de 80.000 empleos, España está en el 20,09% de paro y aumentan las familias que tienen a todos sus miembros desempleados -190.000 hogares más en lo que va de año-. También aumentan los parados de larga duración, cuya vida se empieza a convertir en un devenir cotidiano sin esperanzas de cambio aunque esto cambie. Y se nos dice que la reforma laboral se ha hecho «para que no haya más despidos». Pero cuántos más puede haber…

El paro estúpido

Zapatero se equivoca en insistir en ese razonamiento. Hay que crear empleo, no evitar más despidos cuando hay 20 de cada 100 ciudadanos que quieren trabajar en condiciones y no pueden. Y acumulados más de un millón sin conseguirlo en esta tierra. Por no hablar de la facilidad con que se han devaluado las condiciones contractuales en muchos trabajos temporales o no, pero tratados como tales. Incluso con trabajadores contratados mercantilmente como autónomos, pero en situaciones laborales de libro para ser reguladas legalmente como contrataciones indefinidas o, al menos, no por cuenta propia. Trabajadores que han de pagarse al menos el mínimo de la cuota de seguridad social, que no tienen pagas extras; y que cobran mensualmente un IVA que habrán de devolver casi entero cada trimestre, al no tener una actividad económica real que les proporcione cómo repercutirlo, por mucho que vayan pidiendo facturas en el súper.

Contrarreforma

Lo alucinante es que haya sido la derecha nacionalista vasca, el PNV, quien haya recortado del proyecto original del Gobierno socialista que las empresas pudieran despedir con veinte días de indemnización presentando sólo merma en los beneficios, cambiándolo por la presentación probada de pérdidas. Igual de alucinante es que el PP, que tanto pedía esta reforma, no la vea ahora con buenos ojos, intentando estar a bien -como Montilla con la prohibición de las corridas en Cataluña- con todos, sin mojarse. Pero la vida mancha. Quizá por eso aunque gana en las encuestas obtiene menos valoración que sus vencidos. Y es que en esto hay que mancharse como el mayor asunto de Estado de nuestra democracia. “Era el paro, estúpido”, que diría aquél que lo dijo de la economía en los tiempos de Obama…

Cartel berlanguiano

Una alegría, por cierto, que su esposa Michelle y su niña chica se vengan a veranear a Marbella. Y no una alegría es un cartel ‘berlanguiano’ que han puesto algunos empresarios a la entrada de Marbella, dándole la bienvenida al míster norteamericano. Somos una democracia ya, y Obama no es Eisenhower sino un presidente que, en pleno siglo XXI, representa la igualdad de razas, bolsillos y credos como ningún otro mientras dure el impacto histórico de su feliz elección. El cartel sobra.

Pero ya huele a Feria. Bola Barrionuevo ha pintado una palmera de las suyas en el cartel. Esa palmera espigada se sube a lo más alto como un fuego artificial encendido por farolillos y volantes de traje de flamenca. Una idea nueva para una tradición repetida. Bienvenidas sean ambas, tradición y novedad talentosa. Pero he creído notar cierto atropellamiento en la elección este año de dos de los protagonistas fundamentales de la Feria de Málaga, el pintor y el pregonero. Aunque ambos sean un acierto incontestable.

Bola y Javier

Bola lleva décadas regalándonos esos paisajes malagueños que mira como un pájaro que ama la jardinería de la nocturnidad y el mar de su ciudad. Y qué decir de Javi Ojeda. Que sigue siendo un crack sobre el escenario, y que este año ha consumado todo el amor del mundo por la música de su ciudad en un libro de referencia. Sin embargo, escucho a Bola Barrionuevo respondiendo con sencillez a preguntas de una compañera, y me asombra que le hayan dado la noticia de su elección como cartelista con tan poco tiempo para confeccionar el cuadro. También oigo a Javi contar que andaba en bicicleta cuando le llamó el alcalde, entre sonrisas nerviosas e ilusionadas, y que De la Torre le llegó a comentar que improvisara el pregón si se veía sin tiempo y estaba liado.

Agotamiento popular

Quiero pensar que la amabilidad del regidor exageró las facilidades, porque si no significaría en ambos casos que todo esto no es más que un trámite de relleno un verano más, y que la Feria de la ciudad no es más que cuestión de cifras, de pan y circo y de salir del paso. Soy de los que piensan que no es necesario que un alcalde baile «la bomba» de King África para conseguir el afecto de sus vecinos. Pero sí creo que las tradiciones que celebran la alegría de la ciudad debieran seguir siendo objeto de la preocupación de quienes la gobiernan. Sobre todo en Málaga, cuyo sano cosmopolitismo conlleva el riesgo de que las etiquetas de la ciudad terminen siendo las franquicias y una hamburguesa de chanquetes chinos con Ketchup. No hablo desde un malagueñismo retetinado, creo, sólo desde la ausencia de prejuicios en la defensa del malagueñismo más natural. En todo caso, una temporada más, gracias por su generosidad en leer esta página de sábado. Acompáñese de La Opinión de Málaga este agosto en libertad. Hasta septiembre…