Me interesa la gestación de las cosas y los tiempos necesarios para incorporar nuevas realidades a la acumulación de pasados que estructuran nuestro presente. Releo la Historia del Tiempo de Kubler y los tipos de duración y pienso en el Plan de Ordenación Urbana de Málaga y también en elefantes.

Por fin, tras siete años de gestación, ve la luz el nuevo PGOU de Málaga. Un elefante tarda ventidós meses en gestarse. También lleva su tiempo. Tras su nacimiento vivirá, esquivando el equilibrio termodinámico, unos cincuenta años. El «proyecto elefante», sale adelante empleando un cinco por ciento del tiempo de vida del animal. La Naturaleza emplea siempre tiempos de procreación breves en relación a la duración de lo creado y nos dice que el tiempo es una inversión que hay que saber administrar. Cuanto menos dura el animal, más rápidamente se forma. No es el caso de los procesos administrativos, que parecen invertir esta Ley Universal.

Los distintos planes generales de Málaga han acortado sucesivamente su vida útil: el de Daniel Rubio duró veintiún años hasta 1950, cuando salió el de González Edo que viviría un año menos. El PGOU del 70 no cumplió los 14 años; el del 83 sería sustituido por el del 97; al que se le daba pasaporte casi recién nacido cuando en 2003 se empezó el que PGOU que nos ocupa. La regla de tres, la velocidad del crecimiento urbano, y la constante variación de sus necesidades, aventura al nuevo PGOU un tiempo de vigencia entre 10 y 15 años. Su redacción habrá supuesto un cincuenta por ciento de su vida útil. Nace el elefante especializado en una estepa que desapareció. Nace un PGOU con un modelo de ciudad claro. Preocupados por el techo edificable, consumimos el suelo, agotando nuestro patrimonio territorial. Se demoniza la construcción en altura mal entendiendo el concepto de especulación, mientras Málaga consume voraz su suelo y olvida el crecimiento sostenible defendido por los modelos compactos de ciudad. El urbanismo económico, las tablas de cálculo y la cuadratura numérica no pueden ser las directrices conceptuales del futuro de las ciudades. Necesitamos nuevas herramientas porque el destornillador del abuelo cada vez es menos útil.