E­­­l hombre será, cual reza la célebre locución latina que titula esta columna, un lobo para el hombre, pero para el lobo, el hombre es un hombre, es decir, una criatura de lo peor. Implacable y despiadado con las bestias que le disputan el territorio o la propia caza, el hombre ha conservado su compulsión hiperdepredadora tras la desaparición de los motivos que la justificaban: dueño absoluto del territorio y de cuanto contiene, aún expresa su inquina por el lobo, su antiguo rival, en monstruosas batidas cinegéticas amparadas por el poder político, cual ocurre en Castilla y León, donde a estas horas los escopeteros aprestan sus armas para la cobarde carnicería. Ciento cuarenta lobos, ciento cuarenta animales nobles, hermosos y necesarios para el equilibrio de la Naturaleza, serán abatidos a mediados del mes próximo, a tiro limpio y con todas las de la Ley, con la excusa de que hay muchos y de que devoran el ganado. Ambas cosas son, por supuesto, falsas.

Ni hay muchos lobos, ni su dieta se compone significativamente de ovejas y terneros. Antes al contrario, y según recientes investigaciones, el amenazado lobo ibérico tiene otros gustos: del análisis de sus heces se infiere que apenas el 3% de lo que come es ganado. La realidad, que conocen perfectamente el Gobierno regional, los campesinos y los escopeteros, es que las jugosas indemnizaciones por supuestos estragos lobunos en la cabaña inclinan a muchos a la fabulación, esto es, a atribuir la autoría a los lobos. Es más; son los perros salvajes, asilvestrados (los lobos degenarados por su trato de siglos con los hombres), los que perpetran la mayoría de los ataques. Claro que a uno no le dan ni un duro por un cordero devorado por un perro. Para apuntalar la ficción de la terrible amenaza del lobo feroz, y en consecuencia el trajín de las indemnizaciones, la Junta de Castilla y León prepara, o autoriza, la inminente masacre de ciento cuarenta ejemplares, incluidos lobeznos y lobas preñadas. El hombre será un lobo para el hombre, pero para el lobo sigue siendo, aun cuando ya no hace falta, un hombre, nada menos que todo un hombre.