Conforme se acerca la fecha de la huelga arrecia la ofensiva contra los sindicatos, y no sólo desde la patronal, sino desde buena parte de la ciudadanía, a pesar de que ésta la forman en su inmensa mayoría trabajadores, sean de cuello azul, de cuello blanco, de cuello desteñido y hasta de alzacuello. Hablar mal de los sindicatos es de buen tono, y sin duda no faltan argumentos, sobre todo el de que se olvidan a veces de los sectores más indefensos, pero sin la lucha de los sindicatos a lo largo de la historia, pasada y reciente, el Estado del Bienestar sería todavía una quimera, y una ilusión lejana los actuales derechos de los trabajadores. Aunque los sindicatos sean con frecuencia un coñazo, y sus medidas de presión una lata insufrible, si no existieran sabríamos lo que es el capitalismo salvaje de verdad. O sea, el que había antes de que los sindicatos empezaran a dar el coñazo.