Ayer fue un buen día, como un cuento de Navidad o como la eterna película ¡Qué bello es vivir! Acostumbrados a que el panorama político de Málaga se asemeje al guión de El día de la marmota, donde Bill Murray y Andie MacDowell ironizan sobre el mito de Sísifo, el día de ayer fue formidable con perspectivas de mejorar si hoy me toca la lotería de Navidad. Por un momento creí que no vivía en la provincia de Málaga y tuve que frotarme los ojos un par de veces y agudizar el oído para asimilar las noticias que traían los periodistas Miguel Ferrary, Javier García Recio o Virginia Guzmán a la redacción del periódico. No recuerdo el día en el que se produjeran, a priori, noticias tan positivas para la ciudad. Durante 24 horas esta ciudad dejó ser como Sísifo, condenada a empujar perpetuamente sus proyectos montaña arriba hasta la cima, sólo para que volviesen a caer rodando hasta el valle, y así indefinidamente.

De un plumazo, la nefasta confrontación endémica que alimentan los partidos políticos quedó en un segundo plano en un día gris, plomizo, que trajo, también, la bendita lluvia. A primera hora de la mañana Francisco de la Torre anunciaba que en quince días sacará a concurso la primera fase de las obras del bulevar sobre el antiguo corredor ferroviario, tras firmar el convenio con el presidente de Adif. El Gobierno cede así los terrenos al Consistorio con independencia de que en un futuro se dirima la propiedad del suelo, lo que demuestra que durante cinco años emularon a Sísifo y el ansiado bulevar se despeñaba cada que vez que llegaba a un acuerdo. En fin.

Pero alejemos los malos pensamientos. Estamos en Navidad. Minutos después al acuerdo sobre el bulevar, todos los partidos dieron el visto bueno al Plan General de Urbanismo de Málaga, que marcará el desarrollo urbanístico y económico de la ciudad de los próximos veinte años. Tras seis años de debates, de intercambio de papeles, de recursos y bla, bla, bla..., la ciudad ya tiene la norma que le aportará seguridad jurídica para captar inversiones y generar empleo en los próximos veinte años.

Paralelamente se zanjaba, de momento, la estéril polémica que tantas energías ha consumido a esta ciudad: la Autoridad Portuaria rechazaba la instalación de un supermercado (de alta gama, como los coches) en la esquina más codiciada del puerto. Quizás sea éste el proyecto que más veces empujó Sísifo a la cima para ahogarse en el mar. Esta vez han necesitado de un informe jurídico de la Abogacía del Estado para concluir lo que el sentido común ya apuntaba. Ahora, la empresa concesionaria deberá presentar otra oferta y se abrirá un nuevo debate sobre si unas boleras o un gimnasio son equipamientos dignos para la «esquina de oro». Barrunto que el abogado del Estado tendrá trabajo.

Pero dejemos por un día los malos pensamientos y disfrutemos de la Navidad. Seamos como James Stewart y Donna Reed en ¡Qué bello es vivir! o, al menos, por un día conmutemos la condena a Sísifo. Ahora me queda la lotería. Será difícil que me toque. Le suelo comprar a un compañero que solo me vende fe. Sé lo que digo.