Turrón de Enero

Todo aprieta, si habéis oido bien, todo aprieta después de Navidad; ya que una vez han pasado los Reyes, es cuando empiezan las lamentaciones, que si he engordado unos kilos con tanto turrón o el típico comentario conocido por todos: «la queridísima cuesta de enero». ¿Qué hacer? ¿Cómo solucionarlo? Estas son las incógnitas con las que nos encontramos muy a menudo después de estas entrañables fiestas. Y como siempre, a los problemas hay que buscar soluciones inmediatas y eficaces como manda el reglamento; ya que en esta vida o te adaptas a los fervientes inconvenientes que hacen que nuestro paso sea mucho más ameno o te pierdes en un sinfin horizonte.

Creo que todo depende de nuestra actitud, y como siempre me gusta hacer paralelismos, comentar que en referencia a esta crisis que estamos viviendo tenemos que partir con rumbo y no perder el norte ni la calma en ningún momento, porque si somos capaces de haber llegado al cuadro en el que nos hayamos, seremos sin duda, muy capaces de salir meritoriamente y con actitud soberbia.

Javier Velat. Málaga

Murió en perfecto estado

Vestía por fuera a la moda de las pasarelas más importantes, podía permitírselo. Redujo su cintura sin llegar a partirse en dos. Estrechó sus caderas para no cambiar de una talla 36 a una 38, habría sido un verdadero desastre. Aumentó el pecho dos tallas pues, comparado con el de las artistas, el suyo le parecía pequeño. Agrandó el volumen de sus labios a lo Angelina Jolie e igualó su dentadura para tener sonrisa profidén, aunque las circunstancias que la rodeaban no le hicieran ninguna gracia.

Se tiñó el pelo ante incipientes apariciones canosas y vio necesario el implante de extensiones en algunas zonas del cuero cabelludo. Del vientre ordenó que le redujeran la grasa y le eliminaran las estrías. No se le conocieron arrugas en la cara ya que cuidaban su piel expertos masajistas.

Pagó una fortuna en quitarse lo que le sobraba y compró lo que le faltaba para parecerse a las top models. Se cuidaba al máximo. Y se exhibía. Pretendía la inmortalidad. Más que para el presente, vivía para el siempre incierto futuro. Consiguió tener toda la pinta de una muñeca de facciones imprecisas. Le costó lo suyo. Su objetivo en la vida era aparentar eterna juventud. Cultivaba su cuerpo y sus modales. Su sueño era encantar a los hombres, ser envidiada por las mujeres.

Gustaba salir en fotos y revistas, para ello, se cobijaba bajo la sombra del árbol de gente money-money. Murió de vieja, en impecable estado físico. Nadie supo nunca las primaveras que contaba. En la autopsia confirmaron que por fuera se hallaba completamente acabada pero, al abrir, entre los órganos, notaron cierto vacío frío que no supieron explicar con palabras científicas.

No dejó ninguna huella. Nunca se ocupó de la perfección interna.

Isabel Pavón Vergara. Málaga