No molestar a la gente debería ser el primer mandamiento del poder político. Como cualquier cosa que se haga molesta a alguien, no se pretende que sea un mandamiento absoluto, pues en tal caso no se haría nada, pero ¿es realmente necesario hacer tantas cosas, cuando la mayoría al final son un desastre? Quizás sería útil incorporar a cualquier plan de algo un estudio de impacto sobre la paz y la tranquilidad de la gente, cuantificando lo que la va a molestar. Algo así como el estudio de impacto ambiental que exige una obra, pues ¿no tienen las personas siquiera la mitad del derecho a que no se les moleste que el medio ambiente?

Como de hecho hemos entrado en precampaña, es el momento de sugerir a las mentes que maquinan febriles en los textos este programa mínimo: no molestar, o lo menos posible. Dicho sea «sin esperanza, con convencimiento», como advertía el ángel Ángel.