Una selección siempre obliga a dejar preferencias fuera. Es injusta por el mero hecho de que obliga a una renuncia. Es su naturaleza. Si no hay renuncia, no tendría sentido. Sería otra cosa. El PP ha hecho su selección para el Ayuntamiento de Málaga, con una apuesta por renovar la lista con profundidad. Quizá más de lo que se pensaba inicialmente, no tanto de lo que se esperaba y, por supuesto, no en los puestos en los que se ha hecho. Así, llaman la atención dos ausencias que dejan huérfano de veteranía y trabajo de fondo al futuro equipo del PP, a falta de conocer cómo responderán los nuevos, siempre una incógnita.

La marcha de Diego Maldonado y Purificación Pineda se ha convertido en un pequeño terremoto municipal. Se deja marchar a dos concejales que aportan serenidad al trabajo diario, con una amplia capacidad de diálogo y negociación. Si un equipo debe tener de todo, aquí se ha renunciado a dos valores fundamentales en la política municipal, más apegada al día a día de la calle.

El alcalde, Francisco de la Torre, habrá hecho sus cuentas y en su cabeza estarán las verdaderas razones que se esconden tras esta decisión, pero que también viene a poner en cuestión su actual equipo de gobierno. Si Manuel Díaz se había autodescartado; Casero, Cordero, Arroyo, Hazañas y Salas, además de los dos citados, se han quedado fuera de las listas; y Mariví Romero cae al puesto 9 y es adelantada por un puñado de nuevos; ¿qué lectura saca el ciudadano de la valoración que hace el alcalde de su propio equipo?

La renovación siempre suele ser una buena forma de dar impulso a un equipo, sobre todo cuando está quemado por 16 años de gobierno. Sin embargo, parece que no se ha dado con la tecla adecuada en esa renovación. Cambiar por cambiar no aporta mejores resultados, sino la mezcla de veteranía, juventud, ideas frescas y oficio. Si no se apunta bien, se corre el riesgo de anquilosarse o de desandar camino ya hecho y amortizado. Aquí, me temo, que se ha errado en estos dos puestos.

Mientras estas cuitas políticas se resuelven en los despachos del PP, o no y lo mismo les da igual, Málaga se desliza poco a poco al ambiente semanasantero. Apenas quedan unos días para que las calles se llenen de tronos, nazarenos e incienso. La ciudad se transformará y pasaremos por calles que no volveremos a pisar hasta la Semana Santa próxima. Sin embargo, el anuncio de su llegada ha sido más fuerte este año. De alguna forma, Antonio Banderas ha sabido tocar una fibra en la mayoría de los malagueños. La que nos define como pueblo. La que nos emociona y nos lleva a nuestras raíces. El pregón ha sido un punto de inflexión en una ciudad adormecida y autocrítica. Habrá que aprovechar el impulso con inteligencia y sentido común. ¿Estaremos a la altura?