Mi hija Ada, que tiene cinco años, lleva varias elecciones votando conmigo. Quiero decir que vamos junto al colegio electoral y, una vez doblada mi papeleta dentro de un sobre, ella pone este sobre dentro de la urna correspondiente con permiso de quienes la atienden y de los interventores. La primera vez que hicimos esto, hará unos dos años, al tiempo que echaba mi voto a la urna proclamó en voz alta que su papá iba a ser el próximo alcalde. Hace una semana, sin embargo, y quizás porque empieza a entender un poco de qué va esto de la democracia, después de depositar mi voto me cogió de la mano y me preguntó que para qué servía eso de votar. Se me ocurrió contestarle que dentro del sobre yo le había escrito una carta al alcalde expresándole mi opinión acerca de lo que él hacía. Ada, entusiasmada, me pidió por favor que, ya que todavía no había aprendido a hacerlo sola, la ayudara a escribirle una carta al alcalde porque ella también tenía sugerencias que hacerle. Estas sugerencias, resumidas, son las que siguen:

Que quitara los árboles de la ciudad, ya que era urgente volverlos a plantar todos para que crecieran felices, no como ahora, que se les ve mustios, tristones, como queriendo fugarse a un bosque. Y que no se preocupara el alcalde, que ella y sus amigos se encargarían de regarlos.

Que quitara la noche de nuestra ciudad, ya que cuando llegaba la obligábamos a irse a la cama.

Que el alcalde viniera un día a cenar a nuestra casa (pero que se trajera su propia comida, ya que seguro que a él le salía mejor) porque quería ver si era capaz de ganarle al memory a ella, la campeona de su clase.

Que hipnotizara a las maestras de su cole para que estuvieran todo el tiempo haciendo el payaso y ella y sus amigos pudieran reirse y reirse sin parar, y para que le permitieran darle balonazos a los cristales, y para que los cristales rotos se arreglaran solos…

Que hiciera una ley para que todo el mundo fuera guapo y llevara silbatos rosas y en cada calle hubiera una noria gigantesca y que nadie tuviera vértigo nunca jamás y los pájaros usaran sus picos para alimentar con sugus a las personas.

Ada siguió dictándome mensajes para el señor alcalde. Yo los fui apuntando sin atreverme a explicarle que un voto era, en efecto, una especie de carta pero que, por desgracia, en él no se podían explicitar tantas peticiones. De hecho, cada día después del 22 de mayo me hace sacar ese papel donde lo voy apuntando todo y me pide que escriba más cosas: que los balones tengan princesas mejor dibujadas, que los columpios no chirríen, que no se le meta tierra en las sandalias cuando corre por la gravilla del parque, que los mosquitos no zumben, que nunca se le quede pequeña su ropa preferida, etc.

Ya ven: para ella el alcalde es responsable de todo, puede hacerlo todo. Y para qué decepcionarla: poco a poco aprenderá en qué consiste la política, para qué sirven los políticos. Mientras tanto, lo que sí es responsabilidad del alcalde y de los políticos, tanto de los que gobiernan como de los que están en la oposición, es que Ada y los niños de su generación, cuando les llegue la edad de votar, se encuentren una sociedad mejor que la actual y un sistema democrático fortalecido y mejorado.