Me contó un amigo común que tenía con Rafael que, estando en la tienda esperando para comprarse un pijama, vio como Rafael atendía a un desconocido con su amabilidad de siempre, con cariño y con diligencia, y que ante el agobio del comprador por las prisas por irse porque tenía que recoger a su niño del colegio, Rafael le dijo: «Llévatela, llévate la maleta y si te viene bien ya me lo pagas otro día y si no te viene bien pues me la traes y sin problemas te la cambio por otra cosa». Mi amigo le preguntó: «¿Rafael, de qué conoces a ese señor, que me suena su cara pero no recuerdo quien es?» Y Rafael, con una sonrisa le dijo: «No lo conozco de nada, no lo he visto en mi vida», ante la sorpresa nuestro común amigo, que insistió: «¿Y si no te paga o no viene nunca?» «Amigo Tomás, de cada diez personas que vienen y se van sin pagar en estas condiciones a lo mejor hay uno que no paga pero hay nueve que vienen, pagan y volverán a esta tienda para toda la vida, y eso compensa», concluyó.

Rafael es Rafael Pérez Cea. Nos ha dejado, pero nos ha regalado experiencias como ésta a los que no teníamos siquiera más que un trato vecinal con él. Imaginen lo que ha dejado a su familia y a sus amigos.

Tuve la suerte de tenerlo de vecino en la malagueña calle Granada en el Centro de Málaga, donde aún pelean los valientes del comercio.

Quien hoy esté en el cielo podrá comprar guantes, maletas, pijamas o cinturones con la suerte de que alguien tan especial y tan amable como Don Rafael Pérez Cea le atenderá con esa sonrisa que nunca quiso escondernos a los que le veíamos todas las mañanas.

Descanse en paz.