­Rubalcaba se va a ir porque este gobierno mancha y quema, pero le va a servir de poco porque más mancha el PSOE. En estos momentos la socialista es una marca que abrasa a quien la lleva. El crédito del partido está por los suelos en España y la socialdemocracia ha dejado de ser atractiva en toda Europa, tras desdibujarse en una gestión timorata y defensiva de la crisis. El PP va a ganar porque es «el otro», a pesar del poco gancho de su candidato, y ello va a jugar a su favor, porque nadie va a concebir grandes esperanzas hacia su mandato, por lo menos en los primeros años. El precedente es Portugal, donde el gobierno conservador acaba de incautarse la mitad de la paga extra de Navidad y los infiernos no se han abierto.

Eso a Sócrates no se lo habrían perdonado, pero si «los otros» hacen lo mismo que los de antes, será que no se podía hacer otra cosa. O que es culpa de la herencia recibida. El error de Papandreu, para su interés personal, ha sido el de no huir en cuanto se detectó la magnitud de la tragedia. Ahora se va a inmolar y luego llegarán los que amañaron las cuentas, y nadie les reprochará los recortes, porque todos estarán ya conformados en lo supuestamente inevitable: Grecia se va a subastar como si de una caja española se tratara.

En alguna parte están quienes podrían ser los líderes políticos españoles de una nueva era de la que no conocemos casi nada, excepto que deberá ser distinta. Pero estos jóvenes dirigentes se lo van a pensar varias veces antes de dar el salto a la cosa pública. Cuando las calles rugen contra la generalidad de los políticos y les lanzan procesos de inquisición, con hoguera incluida, por sus «sueldos millonarios» de cien mil euros anuales, cualquier joven dirigente va a preferir una carrera que le lleve a la cúpula de una entidad financiera, donde los jefes máximos ingresan, esos sí, varios millones al año y a nadie se le ocurre retirar su libreta como muestra de indignación. No va a ser planteando este tipo de encrucijada como vamos a captar a los mejores para que nos saquen del atolladero.

En su lugar vamos a tener a los mediocres o a los espabilados, medradores de lo público al acecho del beneficio privado simultáneo o posterior, que nos van a seducir con proclamas patrióticas e indignaciones sabiamente dirigidas hacia lo accesorio. Por suerte, todavía hay jóvenes que creen en el deber y en el compromiso, y pueden ejercerlos en la política; en sus manos está el reto de construir un nuevo paradigma, acorde con los valores nuevos de una sociedad cambiante.