Que Isabel Pantoja iba a chapotear en la charca de Paolo Vasile se sabía desde que apareció con las manos abiertas para recibir a su hijo, que ya se embadurnaba hacía semanas en la misma cloaca. Que don Paolo diga que Pablo Motos pidió una cifra «indecente» para seguir con la matraca hormiguera en Cuatro, ni me va ni me viene. Y que además el capo crea que Florentino Fernández, además de tontaco, se crea el rey del mundo y que no acepta que tenga que mejorar, pues igual, jamás me identifiqué con su patochada de programa. Que Andreu Buenafuente saliera por la puerta grande de La Sexta en su despedida, con un programa a la altura de su talento, y llevándose el premio de la Academia de TV tampoco ha sorprendido, aunque seguro ha enfadado mucho al «indecente», al «tontaco», y al urdidor de tinglados pantojiles.

Pero que los de España directo demostraran en su último programa que el cabreo de la cancelación es compatible con el buen humor, fue una auténtica novedad. Lo hicieron bien, muy bien. Se imaginaron el futuro de los componentes del programa dentro de diez años, desde sonidistas, cámaras, reporteros, presentadoras, a directivos. El de las recetas, Germán Martínez, come de lo que prometía que llevaría a Pilar García pero en realidad congelaba en su nevera, la delegación gallega de España directo es pillada como recolectora de percebes ilegales, los de realización montan un vídeo club, un cámara trabaja de guardia, los altos directivos son, pasados diez años, gordos jerarcas de… una empresa de telefonía móvil. Se fueron con humor. 1.749 programas han dado mucho de sí, hasta para irse «con la mejor de las sonrisas». Suerte a todos. La merecen.