No hablo con jubilados. Nunca. Me mantengo a una distancia especialmente prudencial de los prejubilados, antes me acercaría a un ciclista urbano. Temo contagiarme de su energía arrolladora, de la hiperactividad sorprendente en adultos que han recibido los alfilerazos de centenares de banderillas, y que han sido toreados con picadores, a menudo en mi lugar de trabajo. Con la pasión intacta, sugieren, anotan, observan, presionan, intimidan. De seguir sus designios, a diario tendría que escribir ocho artículos como éste. Han descubierto el sentido de su vida, a costa de la mía.

Se les veía afanosos en sus oficinas, pero en la hora de la retirada advertimos que a diario almacenaban un poso de vigor, para derramarlo en cuanto abandonaran el calvario profesional. La clase médica congratula a los jubilados que mantienen un decoroso dinamismo, sin calibrar los desastres que ese empuje inflige a sus próximos, por no hablar de su renovada capacidad de liderazgo. Los niños se conforman con enchufarse a internet, no siempre en las páginas prohibidas. En cambio, los antiguos ancianos muestran una exuberancia de ideas, montones de ellas. A quién se le ocurre contratar a veinteañeros, con este filón inagotable de sexagenarios.

En la revolucionaria transformación biográfica por la que abogamos, la vida laboral consistirá en holgazanear desde los 20 hasta los 65 años –igual que ahora, según mi experiencia personal–. A esa edad se ingresará en el trepidante mercado del trabajo, y se aprovecharán los años más productivos de los actuales jubilados, hasta los 105. Con su actual velocidad de crucero no se les detendrá el pulso hasta los 150, pero al menos ya se habrá moderado el combustible que les impulsa a inundar los aviones con su ánimo de trotamundos.

Su algazara festiva asusta a los pacíficos adolescentes, su agenda está repleta durante la próxima década y han monopolizado el optimismo. Tienen todo el tiempo del mundo para vivir, sin la quietud sedante del ámbito laboral. En fin, siempre he deseado ser leído por las clases activas, los mayores de 70.