Ei francés del instituto anda oxidado, pero es lo bastante funcional para comprender la respuesta del recepcionista del hotel a mi pregunta sobre Dominique Strauss-Kahn: «C´est une catastrophe».

Por casualidad, nos encontrábamos en Normandía visitando las playas del Desembarco cuando se vino abajo la acusación de violación contra Strauss-Kahn. De manera que las inspiradoras escenas de los lugares del desembarco podrían guardar alguna relación con mi reacción defensiva a la noticia.

Con mayor precisión: con mi reacción defensiva a la reacción gala a la noticia. El cementerio norteamericano de Normandía alberga las tumbas de 9.387 soldados regulares que perdieron la vida para liberar Francia. Así que a lo mejor se me puede perdonar que se me pongan los pelos de punta más de lo normal ante las expresiones de indignación gabacha a cuenta del salvaje sistema jurídico estadounidense.

Como en el comentario del Daily Beast firmado por Bernard-Henri Levy, denunciando «la tortura contemplada a nivel mundial» del paseo de Strauss-Kahn esposado hasta el furgón policial. «Esta imagen de Dominique Strauss-Kahn humillado con las esposas, a los pies de los caballos, esta degradación de un caballero cuya dignidad silenciosa no se pudo palpar, no sólo fue cruel, fue pornográfica», afirma Levy.

Esto se pasa de castaño oscuro pero, he de admitir, no va tan lejos como esperaba originalmente. De hecho, cuanto más aprendo del tambaleante caso y de la conducta del fiscal, más me preocupo.

Hay quien afirma que el desmoronamiento mismo de la acusación contra Strauss-Kahn representa el triunfo del sistema jurídico estadounidense. William Saletan en la revista Slate: «Lo que demuestra el colapso de este caso es que es posible distinguir entre las verdaderas acusaciones de violación y las falsas y que el estado, habiéndose juzgado su reputación a la credibilidad de la demandante, la investigó con diligencia y sacó a la luz sus mentiras. El sistema funcionó». Peter Beinart en el Daily Beast: «Tanto si DSK queda en libertad como si no, su caso habla bien de la justicia estadounidense. Podemos llevar la cabeza muy alta».

La mía no. El sistema funcionó pero solamente después de que Strauss-Kahn perdiera un importante cargo y, más probablemente, las posibilidades de ocupar otro aún más importante, la presidencia de Francia. A lo mejor a un tipo más espeluznante no le pasa, pero a Strauss-Kahn se le ha hecho un favor pésimo. Sigue siendo posible que la camarera sea a la vez embustera y víctima, pero parece cada vez menos probable. De cualquier manera, la acusación contra Strauss-Kahn no se puede sostener. La credibilidad de ella está demasiado en entredicho.

La fiscalía se precipitó demasiado a la hora de presentar cargos contra Strauss-Kahn, desentrañando luego con demasiada lentitud – y a la luz pública – los problemas de su demandante. El argumento de que había que actuar con rapidez para impedir que abandonara el país no es convincente. El gerente del Fondo Monetario Internacional habría vuelto con seguridad a Nueva York en seguida, pero lo habría hecho después de que los fiscales hubieran realizado las indagaciones imprescindibles relativas a su víctima. Por otra parte, Strauss-Kahn podría haber sido desembarcado del aparato y se podría haber arreglado que hubiera permanecido de forma voluntaria en suelo estadounidense mientras concluía la investigación . O podría haber sido puesto en libertad, eliminando así el plazo que tienen los fiscales para presentar cargos y una orden. ¿Alguien creía realmente que el gerente del Fondo Monetario Internacional iba a montar un numerito a lo Roman Polanski y salir huyendo?

En cuanto a la lentitud a la hora de descubrir y sacar a la luz la fragilidad de la acusación, «En el minuto en que nos dimos cuenta que nuestro caso estaba siguiendo unos derroteros distintos, salimos a anunciarlo de la forma más pública», declara al Wall Street Journal la asistente del fiscal del distrito Joan Illuzzi-Orbon.

No exactamente. Strauss-Kahn, fue detenido el 14 de mayo. Menos de dos semanas más tarde, sus abogados remitían un escrito a la fiscalía advirtiendo de una «grave información... que puede minar la solidez de este proceso y también minar gravemente la credibilidad de la demandante». Lo que parecían ser tácticas de mala nota por parte de la defensa ahora parecen proféticas.

Antes del 8 de junio, la fiscalía reconocía tener un problema cuando la camarera admitió haber mentido – acerca de una violación colectiva, nada menos – en su petición de asilo por razones humanitarias. No fue hasta la jornada del 30 de junio, tras descubrirse y traducirse la incriminatoria conversación mantenida con su novio encarcelado, que la fiscalía manifestaba públicamente sus dudas.

Tenemos, afortunadamente, un sistema penal que da mayor validez a la palabra de una camarera inmigrante que a la de una poderosa figura internacional. Tenemos, afortunadamente, un sistema penal que exige que la fiscalía presente pruebas exculpatorias. Cada vez que se desestima una acusación, cada vez que un acusado es absuelto, surgen las inevitables preguntas acerca de la ruina de una reputación. Es la factura desafortunada pero inevitable de un sistema de justicia que consiste en enfrentar posturas. Pero la factura de este caso fue encarecida innecesariamente por prácticas fiscales innecesariamente agresivas.

C´est une catastrophe.