Podría haber ocurrido de otra forma, pero así fue. Mis chanclas chillaban como si las estuvieran matando y la piscina no mojaba. Iban de boda, envueltos en vestidos elegantes, ¿o era papel de regalo? En ocasiones veo duelos de gabiotas, con florete, y a la pata coja». El psiquiatra se estaba frotando las manos conmigo. Cruzado de piernas, no dejaba de añadir anotaciones en su pequeña moleskine negra. «Continúe, por favor», me dijo. «El segundero del reloj no avanzaba y una empresa nacional se interesaba por explotar el funicular de Gibralfaro». «Perdone, ¿puede repetir?» «Que el reloj se había parado». «No, lo que ha dicho después». «Que iban a construir el funicular. Ya le digo doctor, debo de estar muy mal, figúrese, uno de los proyectos más antiguos de la ciudad iba a convertirse en realidad en mi sueño. Por eso he venido»... Al galeno se le cambió el gesto. Sentado en su mullido sillón orejero, cerró la libreta, guardó la pluma en el bosillo interior de la chaqueta y se limitó a decir: «Puede irse, está usted perfectamente».

«No doctor, necesito tratamiento. Ahora he soñado con el funicular, pero una vez soñé con que el PP presentaba un puente que iba a recorrer toda la bahía; y otra vez que España ganaba el Mundial. ¿Por qué no me entiende?», preguntaba mientras el psiquiátrica me echaba de la consulta. «¡De mí usted no se ríe!», me espetaba mientras me indicaba dónde estaba la puerta. Y en ese momento desperté. Había soñado que soñaba. Y tenía la imperiosa necesidad de leer el periódico.

Y me di cuenta de que era verdad. Que el Ayuntamiento va a sacar a concurso antes de agosto el proyecto del funicular de Gibralfaro. Que el alcalde buscaba líneas de financiación privadas, a pesar de estar inmersos en un contexto de crisis económica, para que más pronto que tarde los vagones puedan circular desde la calle Mundo Nuevo, a los pies de la plaza de la Merced, hasta el Castillo de Gibralfaro. Aún me frotaba los ojos, casi sin créermelo. Pero claro, lo decía La Opinión y entonces, claro está, tenía que ser verdad. Así que, en ese momento, lo único que quería es que de nuevo llegara la noche para volver a dormir. Quería cerrar los ojos y soñar con que el Málaga construía un equipo capaz de clasificarse para jugar la Champions... O no, porque eso sí que ya no parece un sueño imposible.