En lugar en ninguna parte. Es el título de una película de Sidney Lumet que bien se podría aplicar a Málaga y sus proyectos pendientes. Ayer, nueva reunión entre administraciones y mismo resultado: empate técnico. Ni uno ni otro terminan de definir lo que realmente necesita la capital: presupuestos y plazos concretos para construir esa gran ciudad que hasta ahora sólo hemos conseguido dibujar en planos.

Buenas intenciones, hoja de ruta, acercamiento de posturas… tópicos para coronar un encuentro que, más allá de titulares y fotos, deja poco más que el compromiso de la Junta para evitar que el Ayuntamiento pague compensaciones por el Benítez y la confirmación de que el jeque ha convencido a todos de que sus proyectos son un maná para esta provincia. Eso y que la lista de peticiones del alcalde no deja de crecer y que Martel anda sobrada de buenas intenciones, aunque se resista todavía a mojarse en cuestiones más espinosas.

No obstante, es siempre noticia buena que dos administraciones condenadas al enfrentamiento decidan reunirse y alcanzar (por enésima vez) pactos por Málaga, aunque unos y otros tengan que respetarnos el derecho al escepticismo, visto el resultado de los intentos anteriores. Por eso mismo resulta frustrante saber que la falta de dinero va a impedir que muchos de esos proyectos vistos ayer se lleven a cabo y despierta dudas e indignación que se hable de iniciativas como la retrasada reurbanización de la Carretera de Cádiz o la rehabilitación del convento de la Trinidad cuando ya hemos conocido tres posibles usos (¿será el último el centro rupestre?) y hace años que no se ha mejorado ni una piedra.

Y todo ello sin descartar que hoy mismo se pase de las buenas palabras a los reproches, que no sería la primera vez… Si de verdad De la Torre y Martel, y sus respectivos equipos, están convencidos de que hay que dejar a un lado el signo político y trabajar codo con codo deben demostrarlo desde el minuto uno. Y eso todavía está por ver, por mucha reunión sectorial que nos anuncien. Al menos, parece que tenemos PGOU, y sólo ha tardado siete años el proceso…, pero esa sí que es una buena nueva para todos los sectores productivos de una ciudad, la sexta de España, que no se puede permitir demoras en su conversión en una gran urbe que esté a la altura de sus habitantes y sus circunstancias.

Acostumbrados como estamos a la pelea, el desánimo y la desidia, es complicado dejar de ser descreídos. ¿Es éste el primer paso para un cambio de timón en las políticas de Ayuntamiento y Junta o sólo un arma electoral que se convertirá en arrojadiza en muy poco? La respuesta depende del grado de optimismo de cada uno. Pero en estos tiempos más vale ser realistas. Así nos ahorramos disgustos futuros. Aguardamos noticias. Ojalá no sean las de siempre.