En su reciente viaje por Canadá, Guillermo de Inglaterra y Catalina visitaron la aldea de Slave Lake, al norte de la provincia de Alberta, para consolar a sus habitantes, pues el lugar acababa de ser arrasado en una tercera parte por un incendio forestal de proporciones épicas. Sin embargo, las gentes que acudieron en masa a saludarles, muchas de ellas después de un buen madrugón, no tenían ganas de hablar de agonías: «¡El anillo! ¡El anillo! ¡Queremos ver el anillo!», le gritaban a la duquesa de Cambridge.

Y ella, con su sonrisa de Gioconda, les mostró encantada de la vida la joya que décadas atrás lució Lady Di, el famoso zafiro rodeado de brillantes miles de veces retratado, el mismo que ha sellado dos compromisos reales en dos siglos distintos. El hijo mayor de la princesa de Gales se lo brindó a su prometida teniendo «muy presente» a su madre en un momento tan trascendental para él. Pasmados se quedaron los testigos norteamericanos de semejante fascinación colectiva por un icono que todavía no ha perdido un ápice de su poder, más bien al contrario: se ha reencarnado en dos jóvenes muy fotogénicos que van de la mano. Camino del trono. Diana gana batallas después de muerta. O como mínimo perturba la tranquilidad de su ex, que viene a significar lo mismo.

Los herederos del heredero de Gran Bretaña han superado con nota su primera prueba después de casarse, el viaje oficial por los territorios de ultramar. No han metido la pata ni vestidos de vaqueros en un rodeo, ni sobre la alfombra roja de Hollywood y se han ganado el afecto de los lectores de las revistas del corazón proporcionando anécdotas y cambios de vestuario sin tregua.

Nuevamente, se afirma que, enamorados de la dulce Catalina, los súbditos de su graciosa majestad les prefieren a ellos como sucesores de Isabel II antes que a Carlos y Camila. La encuesta tiene trampa, como si se sometiera a elección popular quién debe presentar Redes, si Eduard Punset o Brad Pitt, pero da pistas. La excelente salud de la soberana lleva a pensar que su primogénito cumplirá la edad legal de jubilación sentado en el banquillo, y como tenga que aguardar mucho más puede acabar reinando solo. Según cuentan, su segunda esposa y verdadero amor de su vida se está cansando de acompañarle en esta larguísima espera y desea volver a recluirse en su casa de campo, con sus caballos y sus sabuesos, porque no soporta el ritmo de la corte. De la corte de los aspirantes, la de segunda división, se sobreentiende.

La monarquía no da saltos, sigue su orden porque se inventó cuando la esperanza de vida de los seres humanos rondaba los treinta años, inconcebible era un problema como el actual, con el hijo envejeciendo más rápido que la madre. Dicen que Isabel II abdicará cuando cumpla 87 y su esposo Felipe de Edimburgo tenga 92. O sea, en 2013. Una fecha tan buena como cualquier otra. Para entonces, Diana de Gales llevará tres lustros muerta, pero seguirá siendo la favorita del pueblo en cualquier sondeo. En la primitiva forma de doliente rubia engañada en su ingenuidad, o en su actual apariencia, como chico joven prematuramente calvo, tímido y bien preparado, sumado y apuntalado por belleza morena con mucho saber estar. Diana seguirá reinando después de muerta.