Los amigos del etarra Ibai Beobide en el público le gritan «¡eres el puto amo!». Se juzga también a «Txeroki», que fue jefe del aparato militar, y gira a veces la cabeza a su parroquia, con sonrisa de complicidad y poderío. Al final del juicio gritará «jo ta ke» («dale duro»). Lo penoso de esta bravuconería fascista no es la miseria moral de quienes carecen del menor sentido de culpa por matar, ni la estupidez de creer que pegar un tiro en la nuca o ponerle una bomba a gente indefensa es un destino de «gudari». Valentones pistola en la mano los ha habido siempre. Lo penoso de veras es que una parte del pueblo vasco los jalee como héroes, sin ser consciente de que, al hacerlo, se degrada éticamente, y mancilla al pueblo vasco. Con tal de que haya paz en Euskadi habrá que tragar saliva, y hacer cuanto se pueda por el reciclaje democrático de los energúmenos, pero qué duro lo ponen.