Cuando los bolsillos de muchos están más vacíos que nunca y sin perspectivas de mejora, unos pocos no dejan de hablar de dinero. Y no de calderilla, sino de cantidades que cualquier parado escuchará con asombro y desconcierto. Hay que reducir gastos para luchar contra la crisis, argumentan. Y venga a hablar de dinero sin parar. Y es que el principal debate en la mayoría de las instituciones públicas constituidas tras el 22-M es la reducción de sueldos, cargos de confianza, etc… Medidas con las que los políticos quieren dar lecciones de austeridad y transparencia. Lo malo es que las cantidades que manejan siguen sin sonar austeras, sobre todo para aquel que ya no reciba ni los cuatrocientos y pico euros de último recurso. No obstante, no está mal que apretarse el cinturón no sea ya sólo cosa de unos pocos. Aunque estaría mejor si no hubiera un par de elecciones a la vuelta de la esquina, lo que da a las medidas un inevitable tufillo convenido. Y no sólo huele el tema de los sueldos. Tampoco parece una casualidad que se acuerde ahora la incompatibilidad del cargo de diputado autonómico y alcalde. Otra ocurrencia, en este caso de PSOE e IU, y que afecta directamente al PP y a los 17 alcaldes que actualmente tienen sillón también en el Parlamento andaluz. La medida ha sido propuesta por el grupo de trabajo por la transparencia y la calidad democrática. Nada más y nada menos.

La conclusión es que llevamos semanas de nueva legislatura y en los ayuntamientos y en la Diputación de Málaga sólo se ha hablado de dinero, pero del de ellos, y ni siquiera se ha logrado un consenso, sino que en la mayoría de instituciones ha habido rifirrafes a cuenta del tema. Pero, ¿la prioridad no era la creación de empleo? Ese fue el principal argumento de la campaña electoral. Unos y otros lo repitieron hasta la saciedad, tal vez sin pensar en que llegaría el momento de pasar de las palabras a los hechos. Ahora juegan con la ventaja de que, en Málaga, el verano suele dar una tregua a las listas del paro con las contrataciones turísticas. Pero el otoño llegará y el problema volverá a ser visible. Aunque para entonces esta campaña electoral encubierta, seguramente, se habrá quitado ya la careta y será una campaña en toda regla. O dos, si las elecciones generales se adelantan y Griñán mantiene las andaluzas en marzo. Un bucle que nos sumergirá de nuevo en otra retahíla de promesas y en la inacción absoluta.

No va a quedar más remedio que dar la razón a los empresarios que, defendiendo sus intereses, afirman con lógica que el conflicto abierto sobre los posibles adelantos electorales es totalmente estéril. Sugería esta semana Santiago Herrero, presidente de los empresarios andaluces, que «no podemos vivir pendientes de las decisiones políticas, sino de las decisiones económicas». Ojalá no hubiera que ser tan radical y se pudiera vivir sin estar atado ni a unas ni a otras. Sin embargo, la realidad es la que es y así nos lo recuerdan cada dos por tres los mercados, la prima de riesgo y todos esos incómodos compañeros de viaje. Hace falta menos palabrerío y más acciones, como la de ese empresario anónimo que esta semana ha solucionado la vida a un desempleado de Estepona. La desesperación le había llevado a la huelga de hambre, hasta que alguien le tendió una mano. A veces no es fácil, pero hay que intentarlo.