Llega julio y los grandes, medianos y pequeños almacenes cuelgan las banderolas con la inscripción Rebajas. Y como nuestros próceres locales no van a ser menos, se rebajan los sueldos un 20% aunque, en un principio, dijeran que sería el doble. ¿Por qué tanta deferencia? Para dar ejemplo y solidarizarse con los que cobran anualmente lo que ellos en un mes. No seamos quisquillosos y agradezcamos el gesto. Eso sí, vigilemos para que no vayan a recibir, por otro supuesto concepto, lo rebajado, eso nos sentaría fatal y lo pregonaríamos hasta en Sálvame de Telecinco, que es lo más de lo más en difama que algo queda.

Bien por la Fiscalía de Málaga por querer seguir investigando a esos señores que llevan ese sobrenombre, tan folclórico: los bien pagaos. Porque nos enseñaron que hay que tener fe –que es creer en lo que no vimos– pero, a veces, hasta Él, se hace de cruces ante tanto descaro. Que catorce controladores se pusieran, simultáneamente, a morir sin que mediara veneno para todos, es poco creíble. Por lo tanto, si hubo bajas sospechosas, también hubo médicos, poco recomendables, que firmaron la existencia de una pandemia que pocos creímos que existiera. A por ellos.

¿Saben como llaman a la obra del puerto?: El manto de Penélope, porque lo que construyen una semana, lo derriban a la siguiente en espera a que aparezca Ulises, y se me da que éste era bastante pendón.

Tantos cambios de criterio constructivo nos van a costar un ojo de la cara y sólo tenemos dos y no muy sanos. Dice la ciudadanía, el personal de a pie, que nuestra peor crisis es la del silencio, la desgana, la de que lo hagan ellos. Y ellos nos miran con suficiencia y se ríen entre dientes. Y se lo consentimos, ¡vive Dios!