Recientemente ha estado en nuestro país Stéphane Hessel, el autor del librito ¡Indignaos!, que ha servido de inspiración al Movimiento del 15M. Se trata, más que de un libro, de un artículo largo, algo así como unas siete veces el tamaño del texto que ahora lee el amable lector o lectora. Yo había leído ¡Indignaos! antes de que los indignados ocuparan la Puerta del Sol, y si me parece que tiene especial valor es más por la biografía del autor y por la pasión ética y política que late en sus palabras, que por la aportación sustantiva que suponen las ideas que expone.

Algo que el propio Hessel reconoce honestamente. En realidad, leyendo el libro, uno tiene la impresión de que se encuentra ante un socialdemócrata, con mucha vida a sus espaldas, que está tratando de advertir a las generaciones más jóvenes de lo que está ocurriendo. Nada muy distinto, en su intención, de lo que hizo Tony Judt en Algo va mal, poco antes de morir.

En buena medida el texto de Hessel está concebido en Francia y para Francia, resulta bastante claro que Hessel está pensando más en Sarkozy que en Zapatero. En las breves líneas de introducción a la edición española Hessel elogia nuestra diversidad cultural y lingüística, y agradece a nuestro país el apoyo a la causa palestina y nos pide que favorezcamos una Europa cultural y fraterna. Ni una crítica a nuestro gobierno, y mucho menos un intento de deslegitimar sus políticas y animar a los jóvenes en su contra. En todo caso, parece mucho más cercano a la política exterior de nuestro país y de su presidente que a la del actual eje franco alemán.

El problema de las traducciones es que no basta con traducir las palabras, a veces es necesario traducir el mundo. Si un texto dice «indignaos por el trato a los inmigrantes, a los sin papeles, a los gitanos», no basta con traducirlo del francés al castellano, haría falta traducir la política ante la inmigración de Sarkozy o Cameron a la de Zapatero, y esa traducción es imposible. Trate el inteligente lector, o lectora, de traducir la afirmación de Sarkozy de que usaría la kärcher (máquina de limpieza con agua a presión) contra la racaille (chusma), al discurso y a la política de Zapatero, y verá que no hay manera.

Así que a mí no me ha sorprendido nada que Hessel, en su visita a España, haya dicho que admira a Zapatero. El mismo hombre que nos advirtiera de los peligros de la indiferencia, ahora nos avisa sobre los peligros de la confusión. Al fin y al cabo confundir es no saber diferenciar, y Hessel ha tenido la decencia de no confundir a los indignados, y también la valentía de no confundirse con todos ellos, de distinguir y distinguirse.

Por eso la primera que se ha sentido ofendida con la aclaración del autor de ¡Indignaos! ha sido nuestra extrema derecha mediática, eternamente indignada, que ha tratado de desacreditarlo llamándolo «rico rebelde», una acusación que además de injusta, pues no ha cobrado nada por su libro, es cutre. Total, si nuestro veterano autor combatió a los nazis, tampoco le van a asustar unos cuantos insultos si a cambio consigue que podamos distinguir entre los indignados como Hessel de los indignados contra Hessel.

En fin, alguna vez he contado la anécdota del concurso de titulares que organizaron los periódicos de Madrid al finalizar la I Guerra Mundial. Lo ganó uno que decía: «El archiduque ha sido encontrado vivo, la guerra no ha servido para nada». Sugiero uno que empiece: «Stéphane Hessel admira a Zapatero, …». El final del titular lo puede poner el lector, el 20N.

José Andrés Torres Mora es diputado y portavoz socialista en la comisión de Cultura del Congreso