Con el comienzo del curso escolar, la ciudad retoma el pulso de una normalidad anómala tras un período estival que ha generado altas temperaturas de toda índole. Con el calor de la crisis económica; con la quemazón que da la situación de los mercados internacionales; con la ardentía que supone la sinrazón de los incendios forestales provocados, retornamos a la conciencia septembrina que nos alberga con ardor ante una nueva etapa sociopolítica donde el malagueño se siente expectante y como ausente.

Después de la ignominiosa burbuja inmobiliaria, el stock de la vivienda por vender en Málaga y provincia se cifra entre 20.000 y 22.000 inmuebles, según datos de la APC de Málaga y el Ministerio de Fomento. Está claro que es el resultado de un exceso de construcción con la única planificación de engordar las cajas fuertes de unos pocos sin el previo análisis del orden comercial a corto y medio plazo. Hasta aquí, todos –y digo todos– estamos de acuerdo ante el coste económico y emocional del presente caos, ya que estamos pagando esta debacle de una forma u otra.

Con estas cifras nos llega una nueva paradoja, otra de las muchas que se cobijan y reproducen en esta urbe: la promoción VPO de 31 viviendas que la Junta construirá en la calle Chinchilla –entorno iglesia de San Felipe Neri, calle Parras– cercenará un anteproyecto del Consistorio para la ubicación de una galería de interpretación de la cerámica del medioevo, que iba a analizar y dar respuesta a los valiosos yacimientos arqueológicos hallados en una de las zonas alfareras musulmanas más importantes. Además, la iniciativa del Museo del Vidrio, que tenía prevista una ampliación del mismo, queda anulada en un ámbito trascendente para recuperar la memoria del Centro Histórico; de nuevo la antítesis, la contraposición y como resultado el enorme desencanto. «El pastor esquila las ovejas, no las devora». Suetonio.